La vida sigue
Acostumbrado a
nuestro medio pedacito de tierra, había olvidado que grande aun es México,
inclusive después que los EE.UU. se anexaron más del 50% de su territorio.
El 2 de Enero a las 2 de la madrugada recibimos la noticia de que
el que fuera esposo de mi hija mayor y padre de tres de mis nietas, muy querido
por nosotros, quien había ido a saludar y pasar el año nuevo con sus padres ya
viejitos a Gutierrez Zamora, Veracruz, donde había nacido, tuvo que ser
hospitalizado por una neumonía atípica y falleció en menos de 24 horas a sus 52
años.
Resolvimos pendientes, y arrancamos en mi Honda Pilot a las 11:30
am. Recorrimos caminos que lucen
infinitos, parando solo para ir al baño y poner gasolina, primero bajo mucho
frio, luego un tiempo relativamente estable, después bajo lluvia ligera,
taponamiento de carretera entre montañas, cientos de trailers, autobuses y todo
tipo de vehículos ligeros, por carreteras estrechas de dos vías, bastante
deterioradas desde Tampico hacia el sur.
Por fin a las 11 de la noche
llegamos sanos y salvos aunque muy cansados.
Íbamos 6 adultos y dos niñas, por suerte bastante cómodos.
No puede uno ante esta inmensidad dejar de valorar la brevedad de
las distancias en el país, donde todo está a unas pocos kilómetros y horas de
distancia. Claro, la forma de manejar en
México es distinta a la de Dominicana.
Aquí hay mucha educación vial y cortesía y el que va más lento se hace a
un lado y le “avisa” con una luz lateral intermitente, especial en vehículos
pesados y la de doblar en carros y camionetas, del lado del chofer que la via
está libre para rebasar con toda seguridad.
En vías de dos sentidos, se transita cargado hacia el acotamiento de su
derecha, de modo que el centro de la carretera quede libre como via para
rebasar con cuidado en ambas direcciones. Esto evita largas filas y
congestionamiento. Nosotros aun en la
autopista manejamos a la izquierda de la via, no importa lo lento que
transitemos, haciendo que el que quiera rebasar tenga que esperar, pasar por la
derecha, y luego ir zigzagueando entre vehículos con mucha tensión y
peligro. Además nuestros acotamientos de
las carreteras, cuando los hay, son sitios de estacionamiento de vehículos y
motos, basura, apilar escombros, poner macetas, tarantines, y hasta de vecinos
reunirse, lo que impide que puedan usarse sin el peligro de reventarse y tener
un serio accidente. Podemos hasta
encontrar hoyos y zanjas cubierto de grama o vegetación donde menos lo
esperamos.
En los 1890 Km recorridos, no encontramos ningún inconveniente de
seguridad. Pudimos llegar y regresar con
felicidad. Claro, con la pena de haber
tenido que despedir a una persona muy buena y muy querida, quien había cenado
con nosotros en navidad y vino a despedirse antes del viaje del que no
retornaría más que en cenizas.
La vida es así, todos nos vamos aunque no por orden de llegada, lo
que nos luce injusto, pero ante la muerte nada tenemos que opinar. Las sentencias son inapelables y
mandatarias. Paz a su alma. La vida sigue.
Monterrey, Méx * luis@arthur.net
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5/I/2014