Sin Temor… Ni Favor…
Dejar el poder II
Luis H. Arthur S.
Todo concluía cuando el dedo del Monarca señalaba. Entonces el PRI, como si fuera autónomo, anunciaba a todo el país a quien sus organismos “habían escogido” y todos se apresuraban a alinearse.
El Presidente, que antes del anuncio estaba en la máxima cúspide del poder, en ese instante comenzaba una vertiginosa caída hacia el fondo, el anonimato y el ostracismo, pues ya él nada tenía para ofrecer. ¡Había muerto el Rey! ¡Viva el Rey! Le esperaban unos largos y amargos meses de poder menguado y solitario. Los funcionarios y políticos, que habían estado buscando desesperadamente alguna pista para acercarse al “bueno”, a falta de seguridad buscaban la amistad y simpatía de entre los que creían estaría “el elegido”, quien ahora, luego del anuncio, como cohete a orbita estelar, se convertía en el personaje más importante del país, y le caía la “caballada” de acólitos a felicitarlo, a apoyarlo, a ofertarle cooperación y deseos de trabajar en su campaña. El servilismo se desbordaba, no había tiempo que perder, había que desempolvar y recordar viejas amistades, a felicitarle y hacerle creer al nuevo ser divino, que ellos siempre sabían que él había nacido para cosas grandes. Buscaban desesperadamente hacer amarres para colarse en el poder por 6 años más. Mientras, el Presidente seguía quedándose sólo, abandonado, triste y deprimido. Ya pocos lo visitaban y le celebraban hasta sus chistes malos, y cualquier palabra que dijera no eran propaladas como sabias y enjundiosas. Ya él no era el centro alrededor de quien todo giraba, ya no lo divinificaban los adulones, los anolistos de siempre, esos que se hacen llamar políticos, que mil veces le juraron lealtad y obediencia eterna. En política todo es falsedad.
Ya no controlaba la vorágine que se había desatado, lo hacía el candidato y su poder creciente que surgía a expensas del suyo. Se había olvidado en su inmensa vanidad que ese mismo fue el rito de cuando el ascendió y que otro presidente saliente sufrió sus desmanes, y veleidades, como la otra cara de la medalla, como castigo divino a tanto poder.
La única alternativa que tenía el monarca en decadencia, si entraba en crisis mayor y creía que se había equivocado al escoger, pues en el baile de máscaras que es la política y la vida, nadie conoce a nadie totalmente, hay demasiados intereses, mentiras y sumisiones, la única solución a mano era la que se dice tomó Carlos Salinas con su escogido Colosio, cuando ya no lo podía controlar y sus discursos se hicieron mortificantes y lucía que cuando estuviera en el poder, las cosas cambiarían y no iba a protegerlo a él, su familia y sus colaboradores más íntimos.
Sto. Domingo, R.D.* luis@arthur.net * www.luis.arthur.net * www.luisharthur.blogspot.com *1/XII/2010