Sin Temor… Ni Favor…
Él vive en nosotros
Luis H. Arthur S.
No hay peor remedio para olvidar que vivir hablando de aquel o aquella a quien supuestamente queremos erradicar de nuestra vida, de nuestra mente. Algunos se refugian en la bebida y hasta en otras drogas para obnubilarse, creyendo que al “despertar” la página estará limpia, logrando realmente solo sumar males.
Cuando leo en estos días tanta promoción al régimen muerto hace medio siglo, tengo la sospecha que en realidad no ha muerto. Que no nos interesa que muera, que pase como tantos otros acontecimientos buenos y malos que nos ha tocado pasar como pueblo y como persona. Como por ejemplo el ciclón San Zenón del 1930 o el terremoto del 1946.
Los políticos son expertos en querer mantenerse en la palestra pública, y como es muy difícil que muchos hablen bien de ellos, buscan desesperadamente que hablen aunque sea mal, pues la simple mención de su nombre despierta una simpatía interna, como si fuese un mensaje subliminal y luego la propaganda hace el resto.
A este bombardeo de información, que en su gran mayoría quiere ser positiva en el vano intento de que el pueblo razone y recapacite, sobre lo que no le conviene, se suma necesariamente la otra cara de la moneda, pues no importa lo que muchos digan, nadie es malo totalmente, y ahí está el peligro a que nos están exponiendo: a la comparación de solo las cosas buenas del pasado para construir el futuro.
El tiempo tiene con un analgésico intrínseco, como una bruma que hace olvidar primordialmente lo malo. El dolor cesa y se relega y en nuestro afán de hedonismo, solo queremos recordar lo bueno.
Ya he escrito cómo, en el extranjero, uno idealizaba este paisajito. Aquí todo era bueno… Las playas eran el paraíso, no había un sol candente, sino agradable, la arena no volaba con la brisa caliente y se nos metía en los ojos, no existían los jejenes, el resol no nos quemaba la pupila y sus quemadas en la piel no importaban, ni eventualmente podrían traer cáncer. Al regreso, la idealización chocaba con la realidad y además de disfrutar, volvíamos a vivir aquellos momentos desagradables de incomodidad y malestar.
Algo similar nos pasaría con el retorno de un émulo del viejo caudillo, pues sus bondades de disciplina, orden, trabajo, buena educación, seguridad, etc. chocarían con muchos de nuestros deseos de vivir como chivos sin ley, y cuando el tornillo se apretara a nuestro derredor, sin poder hablar nos lamentaríamos de nuestra estúpida idea de revivir un pasado oprobioso.
Y es que además del deseo quizás inconsciente de los que tanto hablan, subyace un deseo de cambiar esta porquería que nos gobierna, sin darnos cuenta que en realidad es nuestra porquería, que nos gusta vivir como vivimos, émulos del pasado caciquista, donde cada uno de nosotros es un pequeño dictador, que envidia además la corrupción de los otros.
Sto. Domingo, R.D.* luis@arthur.net * www.luis.arthur.net * www.luisharthur.blogspot.com *12/IV/2011