Sin Temor… Ni
Favor…
Lechón asado
No importa que
tuviera que irse. Sería en apariencia. Simularía, como otros antes lo han hecho con
éxito. El escenario había sido cuidadosamente
preparado. Todos estaban en sus sitios
con la partitura presta. El público
sería el mismo. Los callados, aguantadores,
sufridos, aguachapados, aun dormidos. Listos
para aplaudir a rabiar hasta a quien los estuviera torturando. Los suyos sabían que con el sustituto elegido
todo estaba seguro, pero por si se alebrestaba en acto insólito, todo estaba a
punto para disciplinarlo incluida la vice.
La copia del báculo de mando, del que se había entronizado como nuevo “jefecito”
indiscutiblemente estaba en buenas manos.
No hay nada más útil a lealtades además del miedo que mucha fortuna económica
y poca moral, compromisos ineludibles, secretos comprometedores. Para los asustados e inconformes que se iban,
la certeza de que solo de cola de ese “jefe” podría pasar inmaculados el
pantano, basurero que dejaban, creado por ellos mismos, y además alentar la
esperanza de que no solo seguían siendo importantes sino que volverían a
reinar, a medrar de la ubre nacional que siempre da leche aun sin parir becerro. Había que estar en la primera fila del lambisconismo. ¡Ya se tenía empeñada hasta el alma!
Al sustituto le
impusieron operar con gran parte de los mismos de antes. Los hilos del poder no se cedían, tenían que
seguir en las manos del “jefe”, era parte importante del plan. Tendría que tocar la misma melodía, aunque
podría cambiar el ritmo, pero nunca lo esencial. Había sido puesto ahí, para su satisfacción y
llenar currículo, pero sabía hasta donde tendría que someterse. Nada nuevo, ya otros antes habían hecho el
mismo papelito: Troncoso, Peynado, Negro y Balaguer. Ellos también ganaron elecciones, aquellas
obligadas, esta comprada. La misma forma
de torcer la voluntad de tantos. A
Balaguer en esa época el pueblo lo bautizó como “muñequito de papel”.
No hay dudas que
aquellos conocían su rol y solo simulaban siguiendo la batuta original, hasta
que con el último la batuta desapareció de golpe y entonces, con la partitura suya
vuelta a sus manos que lucía heredada, hizo lo suyo por demasiados años también.
Recientemente,
con irreflexión, sin pensar en las consecuencias, el público aplaudió más de lo
esperado al nuevo sustituto, que tocaba la misma melodía pero con ritmo más
pegajoso y dulce, como “Palito de Coco”.
¡Eso no podía tolerarse! Se
estaba saliendo de sus límites. Estaba
opacando y poniendo en peligro el retorno triunfal y limpio del “jefe”.
Las órdenes
fueron dadas. Las enfermedades, los
levantamientos y las amenazas hay que pararlas a tiempo, de golpe,
drásticamente, para que no se propaguen.
Todos estaban con sus instrumentos listos, afinados, esperando solo
órdenes, cual se había previsto. Había
que hacer algo contundente para escarmentar y castigar tal afrenta y se les
ordenó a las trompetas del TC que tocaran fuerte y alto, que hicieran mucha
bulla, desafinaran y crearan un gran rebú.
Como dicen los que saben, se aprovechó que se le había apoderado de un
amparo, y para resolverlo se basaron en leyes alguna derogada hace 50 años, y aprovecharon
también para hacer algo no pedido, para lo que no tenían apoderamiento, pero que aunque fuera ilegal le alborotaría al sustituto
el gallinero nacional e internacional, todo porque en una encuesta supero el
80% de popularidad, de aceptación.
¡Acaso este mequetrefe se cree superior a mí! ¡Acaso cree que puede opacarme y
devaluarme! Hay que aleccionarlo, y vaya
lección, fuerte, dura, larga, que no cesa y no se sabe cuándo terminará.
El pueblo se
molestó, se dividió, entonces, como camisas pardas hitlerianas, se despertaron
instintos dormidos, vino la quema de libros, la propaganda sin caras, las amenazas
de muerte pública a personas señeras con nombre y apellido. Tres millones de panfletos a repartir y ensuciar
el país. Uno por cada tres
dominicanos. Empresarios que por dinero no
solo imprimen lo que sea, sino que venden la soga con que eventualmente los
ahorcarían como dijo Lenin.
El sustituto luce
que resintió mucho el golpe público (¿y el privado?) pues aun no reacciona, quizás
lo está asimilando con Antiflogistina y Mejoral, la lección ha sido dura y descalificante. Los tambores de cuero de chivo berreador de
la Junta resuenan incesante cambiando constantemente de mensaje, hacen eco a
las trompetas, pero todos tocan distorsionados, sin compás ni ritmo, cada una
en tono distinto e infamante.
Vivimos en un
país donde al delincuente lo premian y protegen, al cumplidor lo castigan y lo
castran (¿se podrá castrar a una Fiscal mujer?), donde los ladrones con ese abundante
dinero caído del infierno demandan a los críticos, amenazan a todos, es
decepcionante y paralizante, aunque tiene uno que honrar e inclinarse reverente
ante las incesantes medusas (aguavivas venenosas y urticantes) que con muchos
tentáculos tienen locos a algunos pues causan quemaduras, escozor,
complicaciones y hasta la muerte. También
ante muchos valientes que todo lo arriesgan ante la apatía generalizada, ante
los escogidos para ejemplarizar acusados de traidores y señalados para que
pierdan sus vidas en manos de panfleteros oficiosos de origen conocido que lucen
oficiales, bien dirigidos y pagados, que los amenazan pública y descaradamente,
que dañan al país, que lo dividen más de lo que estaba, sin que autoridad
alguna se decida a imponer la ley, restablecer y preservar el orden público y callar
esos tambores y esas trompetas que los tienen reguileteando de aquí para allá y
de allá para acá, a poner orden en el TC.
Increíble que 11 personas, con leyes no vigentes, con sentencia ilegal dada
sin apoderamiento, arrodillen a un país ante sí y el mundo, y que se diga que
nada se puede hacer. Esta horda de
analfabetos epilépticos que nos gobierna tiene que buscar cómo hacernos parte
inteligente del conglomerado internacional, y no existir solo para robar, endeudar,
discriminar, esclavizar, abusar y heredarse los gobiernos.
Presidente
Medina, trate de bajar popularidad en las encuestas más de lo que con este
alboroto se ha perseguido, para que Ud. pueda terminar su mandato, aunque sea
sin pena ni gloria, pero vivo. A usted
lo pusieron en el brasero. Usted se ha
mantenido en él. Si no apaga algunas
brazas o todas, y rápidamente se baja de ese infierno en llamas, con su
anuencia y miedo lo van a seguir asando como lechón de navidad, y en ese pleito
de poder, van a acabar de desacreditar a este paisaje que ni sus leyes cumple, despertando
esos instintos ancestrales salvajes de crueldad y estupidez que aun tenemos
vivos y que es la manera normal de actuar de nuestros vecinos, lo que penosamente
ratifica que en el fondo no somos diferentes.