MEMENTO HOMO…
Por: Luis H. Arthur S. www.luis.arthur.net www.luisharthur.blogspot.com 19 Diciembre 2006
El mayor de mis 11 tíos y tías paternos decidió en 1924 ir a probar suerte a New York. Esperaba poder llevarse pronto a su esposa y su niño de menos de un año, pero a los pocos meses contrajo una pulmonía y murió el 16 junio de 1924.
Las noticias viajaban lentas y para cuando llegaron ya había sido enterrado en un lote que el casero donde vivía cedió amablemente.
Siendo yo un adolescente curioseando en un viejo armario desvencijado los libros de mi abuelo muerto en 1928, encontré guardadas o quizás escondidas las fotos del funeral.
Pasaron los años. Los tiempos eran difíciles para todos y nunca nadie pudo visitar su tumba. Inclusive yo que viví en la pensión con que su viuda y sus hermanas se mantenían, que mantuve siempre una muy buena relación con mi primo, cuando me fui a vivir a New York, no se me ocurrió visitar su tumba.
Hace posiblemente unos 10 o 12 años, mi primo Víctor Arthur invitó a su padre y madre y junto a su esposa se fueron a New York a visitar el colegio ahora museo donde estudió mi abuelo en Chappaqua, N.Y., y a visitar la tumba de su hermano muerto hacia más de 60 años. Llegaron al cementerio en Queens y ya en la oficina, el empleado buscó el registro y el número de la tumba y le leyó los datos que aparecían en la ficha, el nombre del propietario, la fecha y el nombre de la persona enterrada y el hecho que no habían anotaciones de visitas, y en pocos minutos les llevaron directamente al sitio del enterramiento.
Lo increíble es que allí estaba, sin que manos irreverentes y criminales hubiesen molestado el eterno descanso de sus restos. Sin que le hubiese construido otra tumba arriba, aun cuando nadie hubiese pagado el mantenimiento anual.
Para esa fecha ya su viuda y su hijo habían muerto, y como era inhumación directa, de pie, lo más probable es que de sus restos quedara poco, por lo que su hermano menor, que al fin pudo rezar una oración familiar en la tumba de su hermano mayor, allí los dejo y allí permanecerán para siempre.
¡Qué diferencia hay entre los que saben respetar a sus muertos y su derecho a descansar en paz, a los que hacen y deshacen en el cementerio más que centenario de mi pueblo, que en su puerta reza en latín: “Recuerda hombre que polvo eres y en polvo te convertirás”!
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