Sin Temor… Ni
Favor…
Genio y figura hasta la sepultura
Los
dominicanos después del Trujillo físico, hemos descubierto que el mundo es más
grande, mucho más que estas tres cuartas partes de isla que nos tocó, y nos hemos
expandido por el mundo a borbotones.
Unos legalmente, siguiendo
las normas internacionales y respetando las leyes de otros países, otros, posiblemente
la mayoría, violentándolas.
Nos vamos con la excusa,
que de que aquí la “cosa” está muy mala, y buscamos hasta de donde no hay para
juntar una buena cantidad de dinero, con el que se podría hacer un buen
negocito con el trabajo asiduo,
innovador y constante de un banilejo, y hasta poder prosperar, pero no,
escogemos en nuestra libertad irnos a prosperar en tierra ajena. No vemos el panorama completo y cuando allí
estamos la cosa no es tan fácil como la pintaban, y es que una persona,
quienquiera que sea, mal preparado, está en desventaja en cualquier parte, y
comenzamos a formar cinturones de pobreza, costumbres disimiles a las del país que
llegamos, generalmente menos sofisticadas y respetuosas, más desfachatadas, y entonces
entendemos que el trabajo es duro, que el cuento quedó atrás, que no hay con
quien quejarse, ni quién lo va a mantener más que quizás algún familiar unos
pocos días.
La mayoría se adapta, trabaja, ahorra, aprende, y algunos de los
que no lo hacen, están disponibles en el mercado de la delincuencia,
eventualmente van a prisión y luego son deportados.
Es difícil irse de su tierra tras un sueño de hadas (unas habladas
de éxito, de mucho dinero fácil y rápido, para regresar ricos y poderosos) y encontrarse
con caminos arduas, cerrados, y quizás tener que volver con las manos vacías,
avergonzados y con las esperanzas mustias, y tener que darle la cara a tantos a
quien le aguajeo. Al escoger el mal
camino de la delincuencia, no solo dan mala fama a sus connacionales, a su país,
sino que trillan el camino para volver esposados y con un baldón imborrable que
le limitará en lo legal y lo empujará a lo delictuoso, al dinero fácil. Tendrá que ser muy capaz y estar muy arrepentido
para no volver a caer, cuando todos, empezando por las autoridades, lo señalan
y le cierran caminos.
Sin embargo todos los días se marcha gente de aquí despotricando
contra este paisaje en vez de contribuir a arreglarlo, muchas veces violando sus
leyes para dejarlo peor, y volviendo más malo que lo que se fueron, y mientras
por el este del país se marchan en tropel, por el oeste sus lugares son
ocupados por trullas mayores de haitianos, que vienen con los mismos sueños y
mayores necesidades que los que se van.
Los dominicanos al irse en yola tienen que pagar peajes a
políticos y militares, a capitanes y una red a la que luego protegen. El viajecito no solo es muy peligroso, sino
también caro.
Los haitianos, que desde la matanza de 1937 tenían terror hasta de
acercarse a la frontera, fueron traídos en un negocio bien organizado y mejor desarrollado
que empezó haciéndolo el propio Estado, con políticos, militares y empresarios. Hoy solo el gobierno está fuera o esconde su
participación, pero tolera abiertamente tal negocio, donde éstos también tienen
que pagar altos peajes, ser traídos como ganado y empezar viviendo como
animales en gettos citadinos o en algunas miserables colonias cañeras.
Hay una diferencia, el haitianos tienen más necesidad, vienen de
un país muy difícil y depredado, con otro idioma, y por tanto son más
trabajadores, allí tienen que buscársela hasta comiendo tierra, ante una élite
cuasi criminal y abusiva, y con tan inmensas necesidades, hacen cualquier
trabajo más barato acorde a las leyes del capitalismo y de la miseria. Igual que los nuestros en todas partes que
van y están. No hay diferencia.
Esto que describo y que he escrito muchas veces no lo inventamos
nosotros, no, es la historia de tantos otros pueblos, es la historia de esa
vida de trashumante que nos ha traído hasta aquí.
Lo más penoso es que tantos de los becarios en el extranjero, la
gran esperanzas de adecentamiento y modernización de la patria, enviados unos con
dinero de sus padres ganando aquí pero mayormente por el de este pueblo muerto
de hambre, decidan mejor quedarse fuera o irse a poco de regresar, y ayudar con
los conocimientos adquiridos a otros países, mientras el que les pago sus
estudios languidece en una vida casi tribal de caciques medievales incapaces,
ladrones y desfalcadores, añorando de nuevo la disciplina y control de otro
Trujillo. La crueldad es normal y proporcional al grado de salvajismo.
Hasta Balaguer hizo creo que 14 presas hidráulicas sin
prestamos. Hoy hasta para una letrina buscamos
dinero extranjero y ya debemos más de US$37,000 millones, y seguimos buscando, y
robando a cuatro manos... sin planes, ni límites. Al cabo Dios dirá, y los que saben y pueden ayudar
a que esto cambie dan la espalda, se van en busca de su sola conveniencia, de
una vida fácil, sin sacrificios y precariedades, de un futuro halagüeño que les
fue “regalado por la suerte”, por los sacrificios y la sangre quizás aun no derramada, como cuando haya
que pagar sus cuentas, para que se solamente se lucraran ellos y los
suyos. Yo fui becado y aun a mis muchos
años de edad sigo tratando de contribuir al desarrollo y al conocimiento nacional.
Para finales del siglo 19, la población de Puerto Plata era de más
del 60% cubana, también habían alemanes, venezolanos, curazoleños, daneses, etc.
y solo una pequeña fracción se decía dominicana, quizás porque habían llegado unas
cuantas décadas antes.
Nuestro gran problema es lo
políticamente incapaces que somos, lo mal preparados que estamos, sumado al
poco amor al terruño. Dicen que en Inglaterra
ningún inglés habla mal de su patria ante extranjeros. Aquí
es el deporte nacional, que todos acabemos con todos, donde el único bueno es
quien habla. Vivamos de brincos y
ataques epilépticos cada vez que algo que hemos tolerado, propiciado, y
consentido se desborda, por falta nuestra y de nadie más.
Cuando en mi empresa reconstruíamos y ampliábamos el Club Mediterraneé
y muchos otros en Bávaro, no había dominicanos que quisieran trabajar y menos hacer
zanjas. Los haitianos sí. Hoy lloran el haberse marginado, por lo que
no tienen por no haberlo querido trabajar, y ahora lo quieren regalado, como obsequio
de “los millones” que tienen los turistas por ser ellos padre de familia. Hoy siguen buscando empleos, no trabajo, en
una lucha que la pintan como justa, pero no lo es. El dominicano o extranjero que le va bien en
cualquiera otra parte, y más contra el idioma y la discriminación, es digno de
alabanzas. Por eso nos sentimos
orgullosos de peloteros, concejales, alcaldes, etc. de origen dominicano que triunfan
fuera de aquí.
Pero así somos y así seguiremos siendo y por eso estamos como
estamos. Genio y figura hasta la
sepultura, herederos de los atributos de los antiguos habitantes de La Isla de
la Tortuga al norte de Haití.
Sto. Domingo, R.D * luis@arthur.net
* www.luis.arthur.net * www.luisharthur.blogspot.com * 6/X/2013