Sin Temor… Ni
Favor…
Contra ellos mismos
Luis H. Arthur S.
Desde
temprana edad, cuando en el país comenzaron a bullir las ideas de Marks, Engels
y Lenin, escuchamos aquella frase lapidaria de que los capitalistas, el último
capitalista, vendería la soga con que lo van a ahorcar.
Aunque esa frase
luzca irracional, la experiencia de tantos años vividos, observando, nos lleva
a pensar que Lenin tenía razón, que el afán de lucro cuando se lleva al límite,
lo que ahora se nombra capitalismo salvaje, es capaz de cegar y el resultado es
que no usamos el cerebro para medir consecuencias, ante el beneficio efímero de
un par de pesos.
Lo que el
comunismo no dijo ni pudo evitar es que el abuso y el sometimiento pueden tener
cualquier nombre, igual que en todas las múltiples formas conocidas de gobierno,
desde la monarquía hasta el capitalismo.
Los matices y las variantes dependen exclusivamente del gobernante y los
gobernados.
Ahora nos
manejamos entre lo que se ha nombrado como la democracia, el gobierno del
pueblo de los griegos, donde se supone que el poder y la soberanía reside precisamente
en el pueblo, y como sentenció Lincoln: es para el pueblo y por el pueblo.
En teoría luce
una maravilla aunque en la realidad sea otra cosa. Los griegos distinguían quienes eran los que
ejercían ese gobierno, y eran los llamados ciudadanos libres quienes votaban
para elegir y controlar a los gobernantes.
No se incluían a los esclavos. La
falta de educación y desarrollo personal hoy, a mi juicio, equivale a que las
personas no sean libres. En la “modernidad”
el sufragio es universal, y todos son ciudadanos, y a todos se les otorga la
posibilidad igualitaria de ejercer el mismo poder de voto, aun estén preparados
o no para entender y ejercer las delicadas responsabilidades de los intereses
de la comunidad.
La Constitución
así lo manda, y se obedece, aunque no se obedezcan muchos de sus otros mandatos
que le dan contenido como el de educar, capacitar, dar igual posibilidades, distribuir
las riquezas, preservar la vida, la salud, la seguridad, y muchas otras que no
convienen, no importa que se reclamen o no.
Hoy vivimos una
dicotomía donde el voto no significa el camino para mejor vivir, para buscar el
desarrollo nacional colectivo y la felicidad, sino una forma más de que unos,
los más vivos y desalmados, convenzan a ciudadanos iletrados y pobremente
informados para que les otorguen el poder en las urnas, usando todos los
métodos y complicidades legales e ilegales, y que la gran mayoría de éstos, con
capacidad mental muy limitada por falta de educación y unas grandes distorsiones
mentales, hasta vean en ello una posibilidad de negocio y lo venden,
mancillando su derecho en democracia, sin ver que están como decía Lenin,
vendiendo la soga con que los ahorcan.
Los países no se
hacen grandes solo por sus pueblos, sino por sus buenos dirigentes que saben
guiarlos. Vemos en la antigüedad que
imperios como el Romano, el Egipcio o el Persa, y todos los demás, bajo buenos
gobiernos florecían y bajo malos se marchitaba y hasta desaparecían, absorbidos
por otros como esclavos.
Hoy, a meses de
las próximas elecciones, estamos inmersos en el mercado de la compra de
conciencias por los que tienen poco que ofrecer en buena lid, la compra de
hombres como en mercado de esclavos, hoy llamados votantes, la inmensa mayoría
pobres con poca o mínima educación formal, que no tienen capacidad para ver el
engaño, razonar que su condición depauperada es consecuencia de que con su voto
han inclinado la balanza contra ellos mismos, a favor de sus verdugos, que los
mantienen en el circulo perpetuo de la pobreza.
Es que no razonan, no pueden, y no aquilatan que su condición no es
casual. Que con su actitud que ya es
casi costumbre, de creer en Santa Claus que les traerá todo lo pedido y
ofrecido, y sólo logran hundirse más.
Se les nota hasta
contentos yendo al mercado de la ignominia a vender su voto junto con su futuro,
a recibir suelditos para conquistar y hundir también a otros, y hasta algunos
infelices para rebatir con mentiras y críticas a los que tratan de ayudarlos,
sin necesitar ni nunca haber necesitado de gobierno alguno para vivir
decorosamente, pues invirtieron par de décadas de sus vidas estudiando para
capacitarse y lograr la posibilidad de caer parados en cualquier parte. Son tan pobres que ni se dan cuenta que en
vez de subir, van bajando. Están tan
ciegos que no ven que los engañan, y que los irresponsables que los manejan los
usan como masilla maleable para asaltar el poder, y fabricar para ellos un
bienestar irresponsable y sobredimensionado.