Sin Temor… Ni Favor…
Rally Frontera (2/3)
Luis H. Arthur S.
La Fortaleza consta de un pequeño edificio de oficina y dispensario médico, y el edificio del fuerte pintado de verde. Un helicóptero estaba en su lado derecho, que era parte invisible de nuestro cuido. Rápidamente nos estacionamos. Eran casi las 5 PM. Limpié el terreno de piedras y tronquitos, tendí una lona doblada en 4 como base y armé mi vieja casa de campaña que conoce media república, inflé mi colchón de aire, abrí mi silla de playa y bajé mi ropa, etc. No bien estaba terminando, se desató algo inusitado en esa región árida, una tormenta de lluvia y rayos. Confiados, mi compañero su vieja casa de lona verde que había traído de Alemania, y un servidor nos metimos dentro con la puerta abierta a ver la lluvia caer y a tantos mojarse.
De repente me doy cuenta que me estoy inundando dentro. Las próximas horas la pase sacando agua, sacando la lona de debajo para tenderla por arriba, por supuesto, también mojado de pies a cabeza.
Mi esposa había metido la casa de campaña en la lavadora para quitarle tanto polvo del camino, y también le quitó el tratamiento impermeabilizante.
Muchos fueron llegando, hasta bien entrada la noche, por el retraso en el atascamiento del río y otros inconvenientes.
Macasia es nuestro punto de control fronterizo más occidental y se encuentra a una explanada semi llana, a unos 300 m de la confluencia del Río Macasía tributario del Artibonito, que adentra en Haití y desemboca en la gran bahía de Gonaive.
Estaba planeada una cena colectiva y al día siguiente temprano irnos a bañar al río, pero la tormenta y el lodo frustraron ambos eventos. Yo estaba extenuado por tanto sacar agua en cuclillas con un trapito, luego de cenar de lo que llevamos, me acosté hasta las 6 de la mañana.
Tanto mi compañero como yo, desayunamos y “tumbamos campamento” como se dice en el argot de excursionistas. Todo era una sopa de tan mojado. El sereno había contribuido a mantenerlo así.
A eso de las 7:30 am fuimos de los primeros en partir devolviéndonos por el camino de llegada, iba siguiendo a alguien. Craso error. Debíamos tomar un desvió para llegar a Elías Pina (Comendador) y al darnos cuenta nos devolvimos luego de recorrer unos 20 Km. Cuando llegamos encontramos una pequeña ciudad muy limpia, tranquila, con una sola estación gasolinera que ya estaba abarrotada, y preferimos seguir hasta Las Matas de Farfán. Cargamos combustible, compramos frutas, descansamos media hora y partimos vía El Cercado y Vallejuelo a cruzar por caminos inhóspitos la sierra de Neyba, para luego, por entre cañaverales del ingenio Barahona, llegar a Cabral, comer, y empezar a subir hacia el Polo Magnético, seguir por Polo, con su tupida vegetación cafetalera y los grandes árboles de sombra floridos en rojo que le dan sombra, seguir subiendo hasta una altura de 2000 m y empezar el descenso a Enriquillo y su bello mar, y tomar la carretera hacia Pedernales para pernoctar en Cabo Rojo a orillas del mar.
El sitio era pequeño para tanta gente, y ya habíamos decidido seguir a Bahía de las Águilas, distante unos 5 Km, ese paraíso de belleza. Ahí, bajo una constante brisa yodada volvimos a instalar nuestras casas de campaña mojadas y tendimos la ropa, que al poco rato estaban secas. Un atardecer de concurso. Bahía de las Águilas se abre hacia el poniente y el sol, como dorada bola de fuego se hunde en el horizonte en un espectáculo precioso e impresionante que no me canso de ver. Cuando hay noches de luna llena el espectáculo es doblemente espectacular. Este no era el caso del 28 de Febrero pasado.
Como a las 8 llegaron unos 23 compañeros con quienes habíamos acordado vernos allí y que no era la primera vez. Ellos abrieron sus casas en plena playa donde los varios niños jugaron a gusto. Cenamos, compartimos y dormimos arrullados por el canto del mar y la brisa del norte. A las 6:00 am estábamos levantados y en traje de baño nos metimos en aquella agua tibia que más que mar parecía un espejo de superficie tersa.
Tras desayunar, tumbar campamento y despedirnos de los compañeros, a eso de las 9:00 am, salimos rumbo a Cabo Rojo y luego de saludar e intercambiar con algunos amigos, subimos a visitar nuevamente el Hoyo de Pelempito, esa falla geológica entre altas lomas. La subida, por una carretera que hizo la Alcoa hace más de 40 años, y por donde transitaban los pesados camiones cargados de bauxita, tan bien hecha que luce como autopista sin hoyos, mejor que la Duarte reinaugurada en el 2000 y que ya hay que volver a rehacer en un negocio que no acaba.
S. Domingo, R. D. * luis@arthur.net * www.luis.arthur.net * www.luisharthur.blogspot.com * 15\V\2009