PASEO EMOTIVO
Por: Luis H. Arthur S. http://www.luis.arthur.net/ http://www.luisharthur.blogspot.com/ 21 Noviembre 2006
De padre y madre puertoplateños. El y su hermana se criaron en Santiago, pues allí trabajaba Don Cuso, como gerente del Royal Bank of Canada.
A pesar de ser unos 10 años menor que yo, iban con tanta frecuenta a Puerto Plata, a visitar la familia y a disfrutar de la playa, que cuando lo encontré entre el grupo de becados que fuimos a Monterrey, ya le conocía. De sonrisa fácil, tenía sólo 17 años. Su gran inteligencia le había permitido ser bachiller a tan temprana edad.
Una calle separaba las residencias de estudiantes de la universidad. Apenas dos días después de nuestra llegada me lo encuentro y me dice muy compungido que él se vuelve a Santo Domingo. Que no resiste esa comida, que nada le gusta. Una queja normal ante un cambio tan brusco, sobre todo para un jovencito criado con toda la mano y que por primera vez se veía solo en un mundo extraño, lejano y distinto.
Como más viejo y experimentado, con 11 años fuera del palomar, que me habían llevado hasta “los nuevayores”, le dije en forma firme que si estaba loco, y le aconsejé y piqué su amor propio. Su reacción ante mi consejo y supongo que el de otros, le hicieron luchar por adaptarse, y lo hizo tan bien, que al poco tiempo no podía vivir sin una tortilla, unos tacos y demás comidas que luego fueron su delicia diaria al igual que la de todos, en esos tiempos inolvidables.
A su regreso muy bien graduado, fue a trabajar al Central Romana y en pocos años llegó a ser vicepresidente encargado del sistema eléctrico del Central, Casa de Campo y Costasur. Hoy es todo un Don.
Ayer 30 compañeros con familia, total 64 personas, tuvimos un emotivo paseo “al primer mundo” donde ha vivido desde entonces. Recordamos emocionados viejos tiempos. Reafirmamos amistad y afecto. Algunos con casi 40 años sin compartir con el “teenager” como fue bautizado.
Fue un tiempo de recordar tanto cariño y volver a sentir como si todos fuésemos jóvenes, y no viejos abuelos.
Le acompañaron su esposa, una hija, su yerno y nietecita.
La emoción embargó a Gustavo Zeller G. y cuando quiso agradecer nuestra visita, las lágrimas corrieron por su rostro y las palabras se ahogaron en su garganta, igual que en la de muchos de nosotros.
Qué bueno es juntarse con personas queridas y renovar cariño y amistad sincera.
Luis@Arthur.net