Sin Temor… Ni Favor…
Meditación I
Luis H. Arthur S.
Quisiera armonizar mis pensamientos y llegar a un equilibrio razonable entre lo que muchos piden, lo que reciben y no mantienen y las futuras generaciones.
Las cosas que no se sudan, que no se añoran ni se hacen para el bien, no se aman ni se cuidan.
Puerto Plata fue el primer Polo Turístico del País. Trujillo a la par que la marginó, le hizo la carretera que bordeando la costa llega hasta Nagua. Balaguer le construyó un hermoso malecón que como toda obra dio y quitó. Le hizo un Teleférico y le puso un Cristo en la Montaña. Le reconstruyó su Glorieta y su Estación de Ferrocarril y a La Fortaleza la hizo museo turístico. Le hizo el Montemar, el Aeropuerto Internacional, un Polideportivo, y creó un programa de créditos en el Banco Central que devino en Playa Dorada y tantos hoteles en toda la costa norte. Y tantas otras obras se hicieron y vino el desarrollo privado como Costambar. Muchos estaban felices, y se habló del despegue económico del terruño. El dinero fluyó y tantos se hicieron ricos y cosmopolitas.
Al paso de los años la euforia se calmó. Y comenzó a verse la otra cara de la moneda. El pueblo abúlico y romántico comenzó a llenarse de extraños que venían de todos partes. Que desconocían sus costumbres centenarias. Comenzó la canavalización, el ruido, los vicios. El turismo barato llegó con sus lacras, las playas dejaron de ser amables y se llenaron de vendedores ambulantes y de pedigüeños. De prostitución y pederastas. Conocimos la oferta sexual masculina con los Saltipanquis. Los clubes de nudismo y prostitución proliferaron, la droga se adueño mayormente de la juventud, y aquella bella oportunidad, por no saberla, dirigir, gobernar, dosificarla y mantenerla saludable para que no indigestara, para que fuera para el bien y la nutrición del cuerpo social y devino en diarrea enflaquecedora.
El Este nos suplantó, el progreso prácticamente se detuvo. Los turistas ya no venían, y ahora se piensa que es por falta de obras, y se quiere que se hagan nuevas, una autopista hasta Luperón, quizás hasta Montecristi. Olvidándose que las cosas no son para uso y disfrute exclusivo de una o dos generaciones y las futuras deberán también tener su oportunidad y quizás manejen mejor, sin convertirse en depredadores.
S. Domingo, R. D. * luis@arthur.net * www.luis.arthur.net * www.luisharthur.blogspot.com * 1\III\2009