domingo, julio 07, 2013

ESPEJO MUDO



Sin Temor…   Ni Favor…

Espejo mudo
 Luis H. Arthur S.
Desde cuando se pierde la historia en el recuento de los tiempos, ha habido abusos.
Podría uno pensar siguiendo la antropología que la supremacía siempre se le ha impuesto a los más pacíficos, tranquilos, humildes, que a pesar de ser mayoría, han inclinado la cabeza anta esos señores, que se han llenado de soberbia y poder para obtener sus deseos y hacer su voluntad, que no han vacilado en ser duros, crueles, implacables, llenando de temor a los que les han visto actuar en su rudeza u oído de sus métodos crueldades y torturas.
Lógicamente, distinto a los animales que establecen su predominio de liderazgo disciplinando pero no maltratando en la generalidad a su misma especie y grupo, pues son los suyos, nuestra evolución humana no ha sido tan sabia, y aunque nuestro órgano actuante y pensante, nuestro cerebro, es mayor que el de ellos, nuestra ambición, maldad, crueldad y desapego no han tenido límites y hemos querido asociar nuestros actos de dominio además con los misterios lógicos de un mundo que no creamos, que recibimos lleno de maravillas y perfecciones, repletos de  manifestaciones que nos dejaban petrificados y donde las más asombrosas la tomábamos como castigo o premio, de seres o dioses buenos, malos y llenos de pasiones, que nosotros inventamos.  De las nuestras, extrapoladas a ellos pero en forma divina, ilimitada y sin responsabilidades.
Nuestra raza competía y era enemiga de las otras manifestaciones de la misma especie que con pocas y hasta ninguna variante que en otros partes surgían, vivían y progresaban.  Luce que aun siendo tan pocos no cabíamos en tantas tierras y buscábamos la forma fácil de lograr cosas.  Y aprendimos a hacer la guerra, a ellos y a todos para robarles, incluso llegamos a matarnos por miles y millones, a tener increíbles sufrimientos, por la sola afrenta de un “rey” a otro o por la disputa de una mujer deseada.  Todo para satisfacer a los que se atribuyeron la potestad de permitirnos vivir o no.
Estos ambiciosos con el tiempo se presentaron como los representantes de esos dioses inventados, con la capacidad ahora justificada de ser sus hijos, representantes o parte, con una divinidad que a veces les hacía que flotaba sobre el suelo, para con esas artimañas seguir jugando y disponiendo de nuestra libertad, vida y hacienda, y tenernos domados como manada de caballos salvajes, para hacer las tareas duras y agobiantes, pagados con puñados de sal, donde solo les importaba nuestro número, nuestro trabajo y nuestro sacrificio.
Fuimos discurriendo entre monarcas, emperadores, reyes, dictadores, zares, jeques, y mil nombres más, siendo menos que peones del juego de ajedrez, hasta que al paso de los siglos y por el trabajo y sacrificio de muchos, hemos creído que todo aquello quedó atrás.  Hasta nos dicen y muchos creen que vivimos en la modernidad.
Ciertamente, nuestra existencia en parte ha cambiado, pero básicamente en que ahora sabemos más sobre lo injusto de nuestro estado, lo poco que tenemos, los muchos que somos y que los males no nos vienen de supuesta parvada de convenientes dioses viciosos y vengativos.
Hoy tenemos presidentes, los “elegimos” nosotros en forma conveniente de filtraje maligno y perverso, se supone son nuestros servidores y están para cumplir el ordenamiento legal, tratar de normar ambiciones y lograr un bien común que le permita a todos vivir con dignidad y poder satisfacer sus necesidades perentorias.
Sin embargo, dado que el ser humano progresó de un cerebro primitivo, paleontológico, compuesto de tronco y cerebelo, donde residen todos los instintos primarios igual que en cualquier animal, y desde donde se manejan aun las reacciones de amenazas, comida, pareja, rabia, abandono, y tantas cosas más, que en fracciones de segundos al ser excitadas mueven músculos, proveen azúcar de alimento, escogen programas de millones de años de estrategia selectiva y efectiva, moviendo cantidad de químicos, impulsos eléctricos, reacciones físicas y otros actos convenientes a la preservación, nosotros, aun en la supuesta modernidad, hemos seguido siendo esclavos de ese cerebro que no cambió, sino que se le sumaron capas superpuestas, para de alguna manera domeñar estas reacciones violentas, creyendo que con el paso de los tiempos, que este había cambiado, no solo adquirido nuevo ropaje para a veces y en pocos vestir de etiqueta.
Me luce que lo único que se ha conseguido es que en una gran parte, que por desgracia mayoría, la violencia haya escondido hipócritamente sus manifestación virulenta normales, pero seguimos siendo los mismos, y es bueno que algunos lo sepan, capaces de arrancarle la cabeza a cualquiera en un minuto ante una reacción violenta, que ya no tiene que ser física, pues eso sí, lo hemos sofisticado.  Basta leer la prensa local y mundial para comprobar esto hasta la saciedad.
En analogía seguimos siendo los mismos monos vestidos algunos de seda y es bueno saber que aunque otra cosa creemos, los “programas” de nuestro ser primitivo aun con ese nuevo ropaje son los que siguen controlando todo nuestro ser, nuestras reacciones, , casi todas nuestras enfermedades y nuestro comportamiento colectivo.
Basta ver lo difícil que es para un pueblo vestido si acaso de algodón por pobre, librarse y castigar civilizadamente a bandidos, depredadores, criminales del bien común, pues luciría demasiado pretender, frente a tantos que ante una moneda bailan al son de lo que les toca el organillero, sabiendo que hacen mal, y protegiendo también a una macolla, que se defiende de lo por ellos también robaron, su estatus, su creída buena fama, su derecho a vivir sobre los demás, donde ellos quizás piensen que dejaron de ser monos de ayer, y son simples monos amarrados por el cuello que tiene que bailar para poder vivir.  Lástima que el espejo haya nacido mudo y solo refleje sus imágenes y no su futuro.