domingo, octubre 06, 2013

GENIO Y FIGURA HASTA LA SEPULTURA

Sin Temor…   Ni Favor…

Genio y figura hasta la sepultura
 Luis H. Arthur S.
Los dominicanos después del Trujillo físico, hemos descubierto que el mundo es más grande, mucho más que estas tres cuartas partes de isla que nos tocó, y nos hemos expandido por el mundo a borbotones.
  Unos legalmente, siguiendo las normas internacionales y respetando las leyes de otros países, otros, posiblemente la mayoría, violentándolas.
 Nos vamos con la excusa, que de que aquí la “cosa” está muy mala, y buscamos hasta de donde no hay para juntar una buena cantidad de dinero, con el que se podría hacer un buen negocito con  el trabajo asiduo, innovador y constante de un banilejo, y hasta poder prosperar, pero no, escogemos en nuestra libertad irnos a prosperar en tierra ajena.   No vemos el panorama completo y cuando allí estamos la cosa no es tan fácil como la pintaban, y es que una persona, quienquiera que sea, mal preparado, está en desventaja en cualquier parte, y comenzamos a formar cinturones de pobreza, costumbres disimiles a las del país que llegamos, generalmente menos sofisticadas y respetuosas, más desfachatadas, y entonces entendemos que el trabajo es duro, que el cuento quedó atrás, que no hay con quien quejarse, ni quién lo va a mantener más que quizás algún familiar unos pocos días.
La mayoría se adapta, trabaja, ahorra, aprende, y algunos de los que no lo hacen, están disponibles en el mercado de la delincuencia, eventualmente van a prisión y luego son deportados.
Es difícil irse de su tierra tras un sueño de hadas (unas habladas de éxito, de mucho dinero fácil y rápido, para regresar ricos y poderosos) y encontrarse con caminos arduas, cerrados, y quizás tener que volver con las manos vacías, avergonzados y con las esperanzas mustias, y tener que darle la cara a tantos a quien le aguajeo.  Al escoger el mal camino de la delincuencia, no solo dan mala fama a sus connacionales, a su país, sino que trillan el camino para volver esposados y con un baldón imborrable que le limitará en lo legal y lo empujará a lo delictuoso, al dinero fácil.  Tendrá que ser muy capaz y estar muy arrepentido para no volver a caer, cuando todos, empezando por las autoridades, lo señalan y le cierran caminos.
Sin embargo todos los días se marcha gente de aquí despotricando contra este paisaje en vez de contribuir a arreglarlo, muchas veces violando sus leyes para dejarlo peor, y volviendo más malo que lo que se fueron, y mientras por el este del país se marchan en tropel, por el oeste sus lugares son ocupados por trullas mayores de haitianos, que vienen con los mismos sueños y mayores necesidades que los que se van. 
Los dominicanos al irse en yola tienen que pagar peajes a políticos y militares, a capitanes y una red a la que luego protegen.  El viajecito no solo es muy peligroso, sino también caro.
Los haitianos, que desde la matanza de 1937 tenían terror hasta de acercarse a la frontera, fueron traídos en un negocio bien organizado y mejor desarrollado que empezó haciéndolo el propio Estado, con políticos, militares y empresarios.  Hoy solo el gobierno está fuera o esconde su participación, pero tolera abiertamente tal negocio, donde éstos también tienen que pagar altos peajes, ser traídos como ganado y empezar viviendo como animales en gettos citadinos o en algunas miserables colonias cañeras. 
Hay una diferencia, el haitianos tienen más necesidad, vienen de un país muy difícil y depredado, con otro idioma, y por tanto son más trabajadores, allí tienen que buscársela hasta comiendo tierra, ante una élite cuasi criminal y abusiva, y con tan inmensas necesidades, hacen cualquier trabajo más barato acorde a las leyes del capitalismo y de la miseria.  Igual que los nuestros en todas partes que van y están.  No hay diferencia.
Esto que describo y que he escrito muchas veces no lo inventamos nosotros, no, es la historia de tantos otros pueblos, es la historia de esa vida de trashumante que nos ha traído hasta aquí.
Lo más penoso es que tantos de los becarios en el extranjero, la gran esperanzas de adecentamiento y modernización de la patria, enviados unos con dinero de sus padres ganando aquí pero mayormente por el de este pueblo muerto de hambre, decidan mejor quedarse fuera o irse a poco de regresar, y ayudar con los conocimientos adquiridos a otros países, mientras el que les pago sus estudios languidece en una vida casi tribal de caciques medievales incapaces, ladrones y desfalcadores, añorando de nuevo la disciplina y control de otro Trujillo. La crueldad es normal y proporcional al grado de salvajismo.
Hasta Balaguer hizo creo que 14 presas hidráulicas sin prestamos.  Hoy hasta para una letrina buscamos dinero extranjero y ya debemos más de US$37,000 millones, y seguimos buscando, y robando a cuatro manos... sin planes, ni límites.  Al cabo Dios dirá, y los que saben y pueden ayudar a que esto cambie dan la espalda, se van en busca de su sola conveniencia, de una vida fácil, sin sacrificios y precariedades, de un futuro halagüeño que les fue “regalado por la suerte”, por los sacrificios y la  sangre quizás aun no derramada, como cuando haya que pagar sus cuentas, para que se solamente se lucraran ellos y los suyos.   Yo fui becado y aun a mis muchos años de edad sigo tratando de contribuir al desarrollo y al conocimiento nacional.
Para finales del siglo 19, la población de Puerto Plata era de más del 60% cubana, también habían alemanes, venezolanos, curazoleños, daneses, etc. y solo una pequeña fracción se decía dominicana, quizás porque habían llegado unas cuantas décadas antes.
 Nuestro gran problema es lo políticamente incapaces que somos, lo mal preparados que estamos, sumado al poco amor al terruño.  Dicen que en Inglaterra ningún inglés habla mal de su patria ante extranjeros.    Aquí es el deporte nacional, que todos acabemos con todos, donde el único bueno es quien habla.  Vivamos de brincos y ataques epilépticos cada vez que algo que hemos tolerado, propiciado, y consentido se desborda, por falta nuestra y de nadie más.
Cuando en mi empresa reconstruíamos y ampliábamos el Club Mediterraneé y muchos otros en Bávaro, no había dominicanos que quisieran trabajar y menos hacer zanjas.  Los haitianos sí.  Hoy lloran el haberse marginado, por lo que no tienen por no haberlo querido trabajar, y ahora lo quieren regalado, como obsequio de “los millones” que tienen los turistas por ser ellos padre de familia.  Hoy siguen buscando empleos, no trabajo, en una lucha que la pintan como justa, pero no lo es.  El dominicano o extranjero que le va bien en cualquiera otra parte, y más contra el idioma y la discriminación, es digno de alabanzas.  Por eso nos sentimos orgullosos de peloteros, concejales, alcaldes, etc. de origen dominicano que triunfan fuera de aquí.
Pero así somos y así seguiremos siendo y por eso estamos como estamos.  Genio y figura hasta la sepultura, herederos de los atributos de los antiguos habitantes de La Isla de la Tortuga al norte de Haití.