sábado, junio 10, 2006

EL QUE A HIERRO MATA A HIERRO MUERE

EL QUE A HIERRO MATA A HIERRO MUERE

Por: Luis H Arthur S. http://www.luis.arthur.net/ http://www.luisharthur.blogspot.com/ 10 Junio 2006

Bueno, ya que en mi artículo anterior me fui por la vertiente del Poder, el Dinero y el Prestigio, sería bueno ver que paso con el otro actor. Me refiero al emprendedor, rico, poderoso, arrogante y violento empresario a quien mi amigo hizo competencia.

Resulta que mientras se coronaba campeón absoluto en esa guerrita, luce que se sintió muy bien, y entabló un litigio que devino en proceso jurídico con un consorcio extranjero de exportación agroindustrial que fomentaba un gran desarrollo en miles de tareas del CEA. Ellos necesitaban de los productos que él y mi amigo manufacturaban, a un precio internacional con cierta calidad y características de resistencia y que sólo la industria de mi amigo podía suministrar. Solicitaron importarlo para poder competir en el mercado mundial. El no podía ofertar la calidad porque usaba en parte material reciclado y no se que otras razones. En este "dime" y "direte" jurídico, el grupo extranjero decidió abandonar sus siembras, devolver las tierras y se fue del país.

No hay peor consejero que el éxito para creerte invencible y sentirte que marchas arrolladoramente por un camino triunfal, y un gran guerrero envanecido a veces no toma en cuenta todas las variables, no pisa el suelo y se descuida en medir bien al adversario y se cree capaz de incursionar en predios ajenos a su quehaceres. En su próxima gran batalla este empresario de fuste erró el objetivo y se enfrento a un grupo que había creado, mantenía y mantiene aun un monopolio importante, también en el área de la agroindustria.

Compró tierra en cantidades industriales y se abocó a la preparación, acondicionamiento, siembra de variedades muy productivas y convenientes al microclima de montaña.
Construyó modernos centros de acopio, factorías y todas las facilidades requeridas y eventualmente incidió en el mercado con un nuevo producto muy bueno, similar al ya existente. La inversión era inmensa, y los resultados lentos, por la misma naturaleza del campo y el ciclo vegetativo.

El grupo tradicional estableció su estrategia, similar a la que él empleó con mi amigo. Primero le montó una comercializadora que hacía competencia a la fábrica que él había instalado para quebrar la centenaria de mi amigo que luego de adquirida la cerró dejando a muchos obreros y empleados de tantos años en la calle. Este producto creo venía de la China a un precio ínfimo. La ley podía interpretarse y discutirse y el rival era poderosísimo, y mientras se esgrimían argumentos de protección a la producción nacional y los abogados se enfrentaban, ellos ganaban el tiempo necesario para instalarle dos fábricas, que le harían competencia directa. La moneda se había dado vuelta.

Su estrella comenzaba a ser eclipsada, pero como en las guerras después de una victoria viene el exterminio, la fábricas similares que le instalaron, tenían los más modernos equipos existentes, calidad de primera y una capacidad varias veces superior al consumo del país, y ante una oferta de esta magnitud los precios cayeron y el sector industrial en general se benefició, pero a este gladiador le llevó gran parte de su mercado y le minó sus ingresos, pues tuvo además que bajar precios y aumentar calidad, lo que se llevo de paso otra de sus empresas, la de reciclado. Todo esto concomitante con el último episodio de apropiarse de la industria de mi amigo. Como si lo arropara un tsunami que no tenia limitación de dinero, la situación se le puso desesperada.

Tuvo que vender quizás la mayoría de sus acciones a un emporio extranjero, y su agroindustria a la postre fracasó por falta de la cuantiosa inversión que requería.

Hoy, este aguerrido empresario está entrado en años, tranquilo y ha salido del escenario de grandes actores. El vencedor fue vencido. La arrogancia fue doblegada.

A ambos tengo que agradecerles haberle dado trabajo a mi empresa en su respectivas industrias en instalaciones electro-mecánicas. Mi amigo me dio mi primer gran trabajo.

Algunos piensan que las guerras sólo se libran en campos de batalla con armas, tanques aviones y barcos, pudiendo contarse los muertos y cuantificarse las destrucciones.

La vida entera es una guerra, y esos que parecen felices empresarios y ricos comerciantes, son como aquellos ríos que por arriba lucen pacíficos, pero por debajo tienen corrientes y remolinos tumultuosos capaces de sumergir lo que estaba arriba y desaparecerlo a veces para siempre.

Las guerras económicas son peores que las guerras de enfrentamiento de personas y ejércitos, y casi todas tienen motivaciones de poder, dinero y prestigio.

En el vértice de la pirámide del poder caben pocos, y para que unos puedan subir, otros tienen que bajar. El mantenerse arriba es cuestión de armonía, sagacidad, equilibrio y suerte, pues el “jaladero” y el “empujadero” son constantes e inmisericordes.

Mi amigo en los años 70 me mandó una tarjeta de navidad y año nuevo con algunos de los párrafos de Eclsiatés 3, 1-8 que reproduzco a continuación:


Hay un tiempo para todo y un momento
bajo el cielo para hacer cada cosa:
hay un tiempo de nacer y otro de morir;
un tiempo para plantar
y un tiempo para cosechar.

Un tiempo de dar muerte, y otro para sanar;
un tiempo para destruir
y un tiempo para construir.

Un tiempo para llorar y otro para reír;
un tiempo para los lamentos
y un tiempo para las danzas.

Un tiempo de esparcir piedras
Y otro para recogerlas;
un tiempo de abrazarse y otro de separarse.

Un tiempo para ganar y otro para perder;
Un tiempo de callar y otro de hablar.

Un tiempo para amar y otro para odiar;
Un tiempo para la guerra
y un tiempo para la paz…

Mi Amigo concluía en esa tarjeta con un deseo:

“Que tus tiempos sean buenos tiempos”
Debo decirle que lo han sido y siempre le he agradecido su buen deseo, espero que los de él también lo hayan sido y lo sigan siendo.

Fin