sábado, abril 20, 2013

MEDITACIONES DE UN VIEJO



Sin Temor…   Ni Favor…

Meditaciones de un viejo
 Luis H. Arthur S.
Nací en este país porque así tenía que ser.  Nadie puede elegir.  Padres, familiares y lugar nos son dados.  Lo hice a 6 años de que el país fuera sometido con mano de hierro a cierta disciplina, a una limpieza indiscriminada, luego de quizás siglos de relajo y desborde de ambiciones.  Había que alinearse, someterse o simplemente desaparecer.
Disciplina esta que alteró definitivamente a mi familia años antes de mi nacimiento, cuando mi abuelo fue sacrificado en 1930 y las condiciones económicas entraron en decadencia.
Toda dictadura, cruel o benigna tiene como todo su parte buena y su parte mala, a veces muy mala y en este caso muy mala, por lo tanto, ignorante de otras posibilidades para ese niño y el ambiente de silencio político era lo normal, el único que conoció mi adolescencia.  La tranquilidad, la estabilidad de precios y sueldos, el respeto, la buena escuela, la medicina de entonces con hospitales bien manejados y provistos, con médicos que si cumplían y se esforzaban.  Con maestros que eran maestros, que como todos ganaban poco, pero eran dedicados, respetados y queridos.  Tiempos complicados además por la segunda guerra mundial y la escasez que ello provocaba.  Todos éramos pobres, no había acumulación de riquezas. Pueblo pequeño donde todos nos conocíamos y asistimos a la misma escuela, segregada excepto en el bachillerato.
Aun pienso en esa época tan feliz, con esmerada limpieza de las ciudades, confianza y respeto en la policía si uno no se metía en política, de total seguridad, donde todos caminábamos a la escuela o al trabajo, donde podíamos día o noche salir confiados, ir a la playa, a marotear, a subir a la montaña Isabel de Torres, en bicicleta a Montellano, Sosúa, La Sabana, pedalear de noche a la playa de Long Beach distante 3 Km a ver y conversar con las guapas fuereñas santiagueras que allí vacacionaban, sin que nadie nos secuestrara, nos golpeara, nos violara, nos robara, ni se metiera con uno.  Me recuerdo saliendo de algún baile de gente grande llevado por mis padres a los 12 años a la media noche, ya aburrido, caminar solo por las estrechas calles mal iluminadas, hasta mi solitaria casa a unas 10 o 12 cuadras pueblo arriba, llegar, abrir, entrar y acostarme, tranquilo, temiéndole solo a los muertos de tantos cuentos de miedo, nunca a los vivos.
Ya de más grandecito salir con 4 o cinco amigos a dar serenatas.  Ir a ensayar a la playa donde ahora está el malecón, y al terminar cada uno tranquilo para su casa sin que nunca pasara nada, sin que nadie sintiera miedo.
Aun de mayor, luego de terminar en el Politécnico Loyola de San Cristóbal, trabajar en “Ciudad Trujillo” y tener una novia en el Km. 9 de la carretera Mella.  Cuando la guagua de las 9:30 pm que llegaba al control al lado de donde vivía la novia se dañaba o no llegaba, tenía que salir a pie, por esa carreterita estrecha, solitaria, oscura hasta el Ensanche Ozama y tomar un carrito público, hasta mi casa en la 16 de Agosto de San Carlos, sin miedo.  Nunca me pasó nada, ni a mis amigos tampoco, y eso que eran los tiempos duros del 1958, 59 y 60, cuando tantos cayeron presos, fueron torturados y muertos.  Ahí empezó el miedo.  Tantas veces me encontraba con dos columnas de cadetes a cada lado del camino, cargando todo su equipo, callados, cansados, sudados, marchando para San Isidro en sus duros ejercicios de entrenamiento.  Les pasaba por el centro sin que ni me miraran.   Así fueron mis primeros 25 años de vida.
Cuando la inseguridad se hizo presente logré irme a New York y regresé a la muerte del tirano y poco después me fui a México, donde estudié 4 años en tiempos del PRI, un tipo de dictadura distinta.  Ya sin el tirano por inercia aun quedaban tantas de las cosas buenas, que hasta creía se iban a mantener.  Mis hijos lograron también crecer felices en Arroyo Hondo.  La calle era su gran patio para jugar con todos los vecinitos.  Se iban al Club solos y hasta eran amigos de los que lucían para su tamaño, gigantes pastores alemanes del General Pilarte que les quedaba en el camino, y de sus custodias.  No tenía alguno ni 4 años.   Así vivimos hasta los años 70 largos.
Hoy me pregunto donde ha quedado esa tranquilidad y calidad de vida, con esta “democracia” vacía y ladrona que nos han brindado estos políticos depredadores que entre todos han matado, robado y desfalcado la patria como mil veces más que el dictador.  La policía es una corporación mafiosa mantenida en la miseria.  La seguridad un mito.  La droga y el dinero sucio un reto, donde solo caen los de abajo.  Los políticos son unos bandidos, la electricidad, el agua,  y en general todos los servicios, un desastre.  Los hospitales y la salud pública una vergüenza, el caos del tráfico una incapacidad donde casi somos los reyes en muertes por accidentes en el mundo, los “sindicatos de transporte” un plaga de hordas incontrolables y salvajes, el lenguaje por radio, televisión y las letras de canciones, una afrenta.  La familia se ha disgregado.  Los hijos matan a sus padres, los esposos se asesinan y asesinan a sus hijos, la riqueza se ha acumulado groseramente entre pocos, posiblemente sea la raíz de todo los demás males. Los campesinos en el abandono y la miseria, abandonaron el campo masivamente y viven hacinados en cinturones de indigencia y de mucha violencia, y son cada vez más pobres y menos dignos.  La educación nos sume en la ignorancia y el retraso.   La suciedad y las plagas nos arropan y la inseguridad nos abruma y nadie está a salvo, pues son bandas de civiles, militares y políticos.
¿Qué tenemos que antes no teníamos?: libertad?  Libertinaje.  Mucha para viajar, para insultar, abusar, para despotricar, y robar, con total impunidad...  Y poca para vivir tranquilo y con calidad de vida.  Claro no me estoy refiriendo a unos pocos que lo tienen todo y viven aquí sin vivir aquí.
Cuando en retrospectiva miro mi vida económica al lado de mis padres y la que tuve antes de jubilarme, no hay comparación, estoy mejor, ese soy yo, pero me pregunto ¿Y los demás, la mayoría?  Veo a este pueblo envilecido por sus gobernantes demagogos, ladrones y crimínales.  Veo como todo lo bueno de la dictadura se perdió para dar paso a este caos de país, donde no hay justicia, donde se puede desfalcar al Gobierno y al Estado desde dentro y seguir tranquilo, donde las Cámaras y Cortes todas están correctamente conformadas, al igual que los funcionarios, para estafar, abusar, maltratar y degradar al pueblo.
El pasado gobierno, con 12 años de mando, dejó la más grande deuda económica de la historia, el más grande desfalco de las arcas nacionales, la mayor enseñanza de desvergüenzas y acciones dolosas.  Tiene a sus mismos compañeros, aun mandando.  Compró un Presidente y lo aseguró con una Vicepresidenta para no le pidan cuentas, cosa que quizás nunca le paso por el pensamiento, más bien que los vuelvan a proyectar para el 2016.  Gobierno que uso el propio dinero del Estado para corromper, para comprar a allegados y a quien fuera necesario, que hizo alianza con los poderosos y le dio mano libre e impunidad.  Que le “regaló (¿?)” a sus amigos de la Barrick nuestra mina de oro de Pueblo Viejo, una de las mayores a cielo abierto del mundo, le dio un 97% a ellos, los explotadores y a los dueños del oro nos dejo una limosnita del 3%, y aun nadie le pide cuentas, ni a él ni al Gobernador del Banco Central, ni al Ministro del Interior que recomendaron el contrato, según afirma Leonel, ni a ninguno de los dueños de este país.
Nuestros hijos perdieron el futuro pues la educación colapsó, todo se arrabalizó y aun con nuestra flamante democracia, solo somos un remedo.  Solo un paisaje en franco deterioro, manteniéndose al tope en todos los malos índices internacionales.   Somos una vergüenza y hacemos poco para cambiar, más bien vamos cuesta abajo a la deriva, bien planificada, y a gritos estamos necesitando nuevamente que nos disciplinen, y abogo por la dictadura fuerte y sin dobleces de la ley y de jueces probos. 
Cuando hace muchos años empecé a escribir en serio, dije que lo hacía porque encontraba que al irme, dejaba un país peor que el que encontré.  En el balance de mi vida me es penoso tener alabanzas para las cosas buenas de antaño, y tanta pena para los que en nombre de la democracia y la libertad hemos perdido y seguimos perdiendo a ritmo acelerado, en manos de mediocres que se placen en el populismo ignorante, y que hemos elegido porque somos iguales.
Nuestro país se nos deshace sin que nos demos cuenta o hagamos algo.