Sin Temor… Ni
Favor…
Meditaciones de un viejo
Luis H. Arthur S.
Nací en este
país porque así tenía que ser. Nadie
puede elegir. Padres, familiares y lugar
nos son dados. Lo hice a 6 años de que
el país fuera sometido con mano de hierro a cierta disciplina, a una limpieza
indiscriminada, luego de quizás siglos de relajo y desborde de ambiciones. Había que alinearse, someterse o simplemente desaparecer.
Disciplina esta que alteró definitivamente a mi familia años antes
de mi nacimiento, cuando mi abuelo fue sacrificado en 1930 y las condiciones
económicas entraron en decadencia.
Toda dictadura, cruel o benigna tiene como todo su parte buena y
su parte mala, a veces muy mala y en este caso muy mala, por lo tanto,
ignorante de otras posibilidades para ese niño y el ambiente de silencio político
era lo normal, el único que conoció mi adolescencia. La tranquilidad, la estabilidad de precios y
sueldos, el respeto, la buena escuela, la medicina de entonces con hospitales
bien manejados y provistos, con médicos que si cumplían y se esforzaban. Con maestros que eran maestros, que como
todos ganaban poco, pero eran dedicados, respetados y queridos. Tiempos complicados además por la segunda
guerra mundial y la escasez que ello provocaba.
Todos éramos pobres, no había acumulación de riquezas. Pueblo pequeño
donde todos nos conocíamos y asistimos a la misma escuela, segregada excepto en
el bachillerato.
Aun pienso en esa época tan feliz, con esmerada limpieza de las
ciudades, confianza y respeto en la policía si uno no se metía en política, de
total seguridad, donde todos caminábamos a la escuela o al trabajo, donde podíamos
día o noche salir confiados, ir a la playa, a marotear, a subir a la montaña
Isabel de Torres, en bicicleta a Montellano, Sosúa, La Sabana, pedalear de
noche a la playa de Long Beach distante 3 Km a ver y conversar con las guapas
fuereñas santiagueras que allí vacacionaban, sin que nadie nos secuestrara, nos
golpeara, nos violara, nos robara, ni se metiera con uno. Me recuerdo saliendo de algún baile de gente
grande llevado por mis padres a los 12 años a la media noche, ya aburrido,
caminar solo por las estrechas calles mal iluminadas, hasta mi solitaria casa a
unas 10 o 12 cuadras pueblo arriba, llegar, abrir, entrar y acostarme,
tranquilo, temiéndole solo a los muertos de tantos cuentos de miedo, nunca a
los vivos.
Ya de más grandecito salir con 4 o cinco amigos a dar serenatas. Ir a ensayar a la playa donde ahora está el
malecón, y al terminar cada uno tranquilo para su casa sin que nunca pasara
nada, sin que nadie sintiera miedo.
Aun de mayor, luego de terminar en el Politécnico Loyola de San Cristóbal,
trabajar en “Ciudad Trujillo” y tener una novia en el Km. 9 de la carretera
Mella. Cuando la guagua de las 9:30 pm que
llegaba al control al lado de donde vivía la novia se dañaba o no llegaba,
tenía que salir a pie, por esa carreterita estrecha, solitaria, oscura hasta el
Ensanche Ozama y tomar un carrito público, hasta mi casa en la 16 de Agosto de
San Carlos, sin miedo. Nunca me pasó
nada, ni a mis amigos tampoco, y eso que eran los tiempos duros del 1958, 59 y
60, cuando tantos cayeron presos, fueron torturados y muertos. Ahí empezó el miedo. Tantas veces me encontraba con dos columnas
de cadetes a cada lado del camino, cargando todo su equipo, callados, cansados,
sudados, marchando para San Isidro en sus duros ejercicios de entrenamiento. Les pasaba por el centro sin que ni me
miraran. Así fueron mis primeros 25
años de vida.
Cuando la inseguridad se hizo presente logré irme a New York y
regresé a la muerte del tirano y poco después me fui a México, donde estudié 4
años en tiempos del PRI, un tipo de dictadura distinta. Ya sin el tirano por inercia aun quedaban
tantas de las cosas buenas, que hasta creía se iban a mantener. Mis hijos lograron también crecer felices en
Arroyo Hondo. La calle era su gran patio
para jugar con todos los vecinitos. Se
iban al Club solos y hasta eran amigos de los que lucían para su tamaño,
gigantes pastores alemanes del General Pilarte que les quedaba en el camino, y
de sus custodias. No tenía alguno ni 4
años. Así vivimos hasta los años 70
largos.
Hoy me pregunto donde ha quedado esa tranquilidad y calidad de
vida, con esta “democracia” vacía y ladrona que nos han brindado estos
políticos depredadores que entre todos han matado, robado y desfalcado la patria
como mil veces más que el dictador. La
policía es una corporación mafiosa mantenida en la miseria. La seguridad un mito. La droga y el dinero sucio un reto, donde solo
caen los de abajo. Los políticos son unos
bandidos, la electricidad, el agua, y en
general todos los servicios, un desastre.
Los hospitales y la salud pública una vergüenza, el caos del tráfico una
incapacidad donde casi somos los reyes en muertes por accidentes en el mundo, los
“sindicatos de transporte” un plaga de hordas incontrolables y salvajes, el lenguaje
por radio, televisión y las letras de canciones, una afrenta. La familia se ha disgregado. Los hijos matan a sus padres, los esposos se
asesinan y asesinan a sus hijos, la riqueza se ha acumulado groseramente entre
pocos, posiblemente sea la raíz de todo los demás males. Los campesinos en el
abandono y la miseria, abandonaron el campo masivamente y viven hacinados en
cinturones de indigencia y de mucha violencia, y son cada vez más pobres y
menos dignos. La educación nos sume en
la ignorancia y el retraso. La suciedad
y las plagas nos arropan y la inseguridad nos abruma y nadie está a salvo, pues
son bandas de civiles, militares y políticos.
¿Qué tenemos que antes no teníamos?: libertad? Libertinaje.
Mucha para viajar, para insultar, abusar, para despotricar, y robar, con
total impunidad... Y poca para vivir
tranquilo y con calidad de vida. Claro
no me estoy refiriendo a unos pocos que lo tienen todo y viven aquí sin vivir
aquí.
Cuando en retrospectiva miro mi vida económica al lado de mis
padres y la que tuve antes de jubilarme, no hay comparación, estoy mejor, ese
soy yo, pero me pregunto ¿Y los demás, la mayoría? Veo a este pueblo envilecido por sus gobernantes
demagogos, ladrones y crimínales. Veo
como todo lo bueno de la dictadura se perdió para dar paso a este caos de país,
donde no hay justicia, donde se puede desfalcar al Gobierno y al Estado desde dentro
y seguir tranquilo, donde las Cámaras y Cortes todas están correctamente
conformadas, al igual que los funcionarios, para estafar, abusar, maltratar y
degradar al pueblo.
El pasado gobierno, con 12 años de mando, dejó la más grande deuda
económica de la historia, el más grande desfalco de las arcas nacionales, la
mayor enseñanza de desvergüenzas y acciones dolosas. Tiene a sus mismos compañeros, aun mandando. Compró un Presidente y lo aseguró con una Vicepresidenta
para no le pidan cuentas, cosa que quizás nunca le paso por el pensamiento, más
bien que los vuelvan a proyectar para el 2016.
Gobierno que uso el propio dinero del Estado para corromper, para comprar
a allegados y a quien fuera necesario, que hizo alianza con los poderosos y le dio
mano libre e impunidad. Que le “regaló
(¿?)” a sus amigos de la Barrick nuestra mina de oro de Pueblo Viejo, una de
las mayores a cielo abierto del mundo, le dio un 97% a ellos, los explotadores
y a los dueños del oro nos dejo una limosnita del 3%, y aun nadie le pide
cuentas, ni a él ni al Gobernador del Banco Central, ni al Ministro del
Interior que recomendaron el contrato, según afirma Leonel, ni a ninguno de los
dueños de este país.
Nuestros hijos perdieron el futuro pues la educación colapsó, todo
se arrabalizó y aun con nuestra flamante democracia, solo somos un remedo. Solo un paisaje en franco deterioro,
manteniéndose al tope en todos los malos índices internacionales. Somos una vergüenza y hacemos poco para
cambiar, más bien vamos cuesta abajo a la deriva, bien planificada, y a gritos
estamos necesitando nuevamente que nos disciplinen, y abogo por la dictadura fuerte
y sin dobleces de la ley y de jueces probos.
Cuando hace muchos años empecé a escribir en serio, dije que lo
hacía porque encontraba que al irme, dejaba un país peor que el que
encontré. En el balance de mi vida me es
penoso tener alabanzas para las cosas buenas de antaño, y tanta pena para los
que en nombre de la democracia y la libertad hemos perdido y seguimos perdiendo
a ritmo acelerado, en manos de mediocres que se placen en el populismo
ignorante, y que hemos elegido porque somos iguales.
Nuestro país se nos deshace sin que nos demos cuenta o hagamos
algo.
Sto. Dgo., R.D. * luis@arthur.net
* www.luis.arthur.net * www.luisharthur.blogspot.com *20/IV/2013