sábado, junio 11, 2005

LENGUAJE DE CARRETERO

LENGUAJE DE CARRETERO

Por: Luis H. Arthur S. http://www.luis.arthur.net/ 11 Junio 2005

Puerto Plata de los 40 y los 50 era un pueblecito con muchas precariedades, no sólo por los inconvenientes de la guerra mundial sino también porque Trujillo entendía que era un pueblo enemigo de su régimen. Como para darle la razón en el 1949 llega por Luperón la invasión de Cayo Confites y caen, además de los patriotas invasores, muchos puertoplateños que conspiraban y escondían armas. Entre ellos fueron muertos los hermanos Spignolio y Fernando Cueto y entra en desgracia Segundo Imbert Barrera, que era Mayor del ejército, jefe de la plaza, quien luego sería apresado y posterior a la muerte de Trujillo, sería asesinado en la Hacienda María por Ramfis y sus compinches, antes de que este saliera definitivamente del país.

El tráfico de buques al puerto de mi pueblo había ido decreciendo para darle vida al de Santo Domingo, recientemente construido por el ingeniero Puertorriqueño Benítez Rexach en la ría del Ozama. Su ferrocarril fue desmantelado y mudado para el nuevo ingenio azucarero Río Haina.

Aunque la actividad de otrora iba mermando, aun daba trabajo a muchos entre ellos a carreteros, que con una carreta de plataforma de madera ligeramente curvada, dos ruedas grandes y dos palos paralelos para enganchar un mulo, era el medio disponible de transporte de mercancías como los sacos de azúcar, maíz, cacao; las pacas de tabaco y demás artículos que se embarcaban por el muelle. Ellos cobraban por viaje y carga transportada, por lo que siempre andaban fueteando al pobre mulo y profiriendo todo tipo de malas palabras, para que estos avanzaran. El látigo magistralmente manejado, reventaba en un chasquido típico, parecido a un disparo. Ahí escuchamos tantas veces ese lenguaje vulgar, soez, violento y desconsiderado, que en mi pueblo llegó a llamarse “lenguaje de carretero”.

Tanto los padres como los maestros de aquella época, nos corregían nuestro hablar y nos hacían ver lo deleznable e inapropiado que era no tener un léxico suficiente para poder expresarnos apropiadamente sin tener que usar esos comodines para ocultar nuestras limitaciones y tener que imitar el “lenguaje de carretero”.

Recuerdo en especial a uno que le decían como sobrenombre “cinco mil”. Una vez mi padre me contó que ese señor se saco en la lotería nacional $5,000.00 pesos oro. Debe de haber sido en el gobierno de Horacio Vázquez. Una vivienda de la época costaba entre $1,000 y $2,000. Pues bien, ese señor con su dinero se compró un revolver y muchos tiros, se le juntaron cantidad de amigos y entre tiros y parranda en pocos días se quedó sin un centavo, y volvió a su vieja carreta. Murió con su apodo de 5000. Lo recuerdo como el más anecdótico y porque tenía un lenguaje "florido", escogido, y como si se tratara de una sarta de sardinas, de cangrejos o las cuentas de un rosario, se repetían y repetían las palabras más apropiadas al insulto, al denuesto, al mal gusto. Constantemente. Todos los minutos, todas las horas, todos los días, todos los años. Igual hacían todos los demás carreteros y todos los muelleros. Llegó para mí el momento en que ya no las oía, pues igual que el ruido de las olas del mar, la brisa yodada, el chasquido del fuete o el ruido propio de toda comunidad, pasaban desapercibidos.

Luego viviendo en New York tenía que ir con mi cuñado a retirar de los muelles de Brooklyn plátanos, yuca y demás viandas que éste importaba, también las aprendí en inglés, en ese “slang” que usan los pobres de cultura de cualquier parte.

Volviendo atrás, era la época en que las mujeres eran damas y merecían y exigían, al menos en público, un trato cortés y un lenguaje apropiado, exento de groserías. Igual pasaba en la escuela, en el hogar, en las relaciones sociales. Me acostumbré a distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. Cuando uno estaba sólo con los amigos, donde nadie pudiese oírlo, podía en uno u otro momento aflorar algunas de esas palabrotas, que si eran oídas por oídos extraños, se pedía disculpa avergonzado. Si eran los padres los que las oían, le mandaban a lavarse la boca y hacer gárgaras con agua de jabón, y el castigo era de rigor.

Muchos dirán que ese obrar dual es hipocresía, doble moral. Dirán que ahora son tiempos “modernos”, que se trata de actuar “auténticamente”. Por autenticidad entienden sacar del fondo del cerebro las primeras capas de puro instinto, cuando éramos más animales que personas.

Trataron de enseñarme que en la vida debemos perseguir la perfección. Tratar de subir, ser mejores, más amables, más corteses, más “gente” Actuar con más amor hacia todos. Evitar el camino fácil de descender, arrastrarse por el lodo. Tener principios y superar el primitivismo. Nunca imitar al carretero maldiciente.

Cuando por casualidad en algún periódico o el sintonizador automático de la TV o del radio cae y se detiene en uno de esos programas, en uno de esos artículos, en que la ignorancia y la falta de un adecuado manejo del lenguaje hace que quienes se dicen ilustrados comentaristas, productores y periodistas, contaminan y degradan el ambiente con su lenguaje vulgar, violento, soez y desconsiderado, pienso en mis años mozos, en aquellos pobres carreteros, que no sabían leer ni escribir e insultaban a su mulo, y siento que estos nuevos carreteros de los medios escritos y electrónicos, son tan infelices como aquellos pobres hombres, y son peores, pues la mayoría ha tenido la oportunidad de cultivarse, muchos tienen cantidad estudios no aprovechados.

Decía El Filosofo del Colmadón, que entre otras definiciones, cultura es lo que queda después que todo lo leído y lo aprendido se olvida. Es algo así como los pocos gramos de oro que quedan después de desechar las toneladas de tierra que lo contienen.

Aquellos pobres carreteros con lenguaje de violencia insultaban a unos mulos que no les entendían, que no podían defenderse. Estos nos insultan a todos, hombres, mujeres y niños con su lenguaje soez y violento. Nos degradan como país. Dan la impresión de tener muy mala memoria y haber nacido por generación espontánea.

Fin