viernes, junio 03, 2005

EL NEGOCIO ESCOLAR

EL NEGOCIO ESCOLAR

Por: Luis H. Arthur S. www.luis.arthur.net 3 Junio 2005

Cuando la única opción que teníamos en los pueblos eran las escuelas públicas, con maestros con vocación y sueldos de $30 y $40 pesos mensuales, enseñanza Hostoniana, no podía existir la separación de clases que hoy es manifiesta. Me refiero a la separación de clases económicas, porque la moral brilla por su ausencia.

Como niños, párvulos y adolescentes, nos codeábamos con todos. Estaba el hijo del carretero del muelle, del peón de camión, de pescadores y o marinero, el hijo del empresario, del gobernador y del humilde ciudadano. Todos juntos en el crisol del saber. Los maestros como segundos y respetados padres, imponían su autoridad y disciplina para encauzar el salvaje y cruel comportamiento de los niños, que sin miramientos por su corta edad se burlan del amiguito amanerado, cabezón, cojo, orejudo, menso y servían de eco a lo que escuchaban en su casa y su ambiente y no podían digerir, sobre los familiares o allegados de los otros niños. Así podían burlarse de un niño cuyo padre era un borrachón, o su madre medio casquivana o de una hermana medio “chiva”. Que tenía un tío que cayó preso o un abuelo que se le tildó de abusador, ladrón o quien sabe qué. Que no era en realidad hijo de su padre o que este les abandonó y se buscó otra, y tantas cosas más.

Los niños, son las criaturas más extraordinarias. Ayer recibía algo de la madre Teresa y decía entre las cosas más importantes de la vida para ella era "aprender de los niños". Ellos no tienen frenos ni inhibiciones. Dicen lo que se les ocurre, actúan espontáneamente. Aun no han recibido las lecciones de moderación para poder convivir en la sociedad que les ha tocado nacer y desarrollarse. Esto le hace crueles.

Esa crueldad innata no nos damos cuenta que sólo es el reflejo de lo que inadvertida o voluntariamente ponemos en sus mentes vírgenes y limpias. Tal es así, que nadie se burlaba en esos tiempos de Trujillo, del hijo del Calié o del militar o del policía. Esa imagen no era inducida a reflejarse en su espejo virgen. El puerco no se rascaba en jabilla.

Los niños más grandes nos daban empujones, coscorrones. Otras veces sólo nos amedrentaban y nos prometían palizas, y si no teníamos un hermano mayor que nos ayudara, teníamos que mantener un bajo perfil. Los maestros estaban por lo general atentos a todos estos incidentes que eran más frecuentes en el recreo. Corregían y disciplinaban, pues su labor era incesante. Como abejitas. Tan diferentes hoy, donde la mayoría de los maestros no lo son por vocación y están interesados más en el dinero que en la misión trascendente que han escogido.

Nuestros padres estaban pendientes de nuestro comportamiento, escuchaban nuestras quejas, las comunicaban y si un maestro mandaba un “papelito”, nos castigaba o nos daba un par de reglazos, era seguro que en nuestra casa ese castigo se repetiría y multiplicaría. Ahora someten al maestro por regañar, por corregir, por castigar y estos se convierten en abúlicos imitadores de tantas madres y padres que están más pendientes de su aspecto físico, de sus reuniones, de sus trabajos, de sus fines de semana sin muchachos para que no molesten, de sus reuniones y viajes, que de sus hijos. Estos se crían en manos de sirvientes y choferes. De personas que penosamente tienen un bajo nivel académico y costumbres muy disímiles. Son hijos libres y autónomos, cuando aun tienen mente frágil que requieren orientación, disciplina y sobre todo ejemplo. De qué extrañarse de hijas adolescentes embarazadas, de abortos a los 13 años, de prostitución infantil, de “chicas beeper”, de drogas. Los padres han marginado a los maestros y ellos no se ocupan de sus hijos y le crean falsos valores.

Los padres que si se ocupan, se encuentran con los problemas de explicarles a sus hijos por qué no pueden irse a dormir donde su amiguita, cuyos padres están de viaje. Por qué no pueden tener esos carros, esas villas de campo o ese dinero para gastar que exhiben sus compañeros. Por qué tienen que tener control en sus fiestas, salidas, fines de semana. Por qué no deben juntarse con fulanita compañera de curso, hija de don fulano y doña fulanita, que son muy amables pero que su vida está muy cuestionada, y sus valores muy pobres.

Vivimos en la época del dinero y la ostentación. La educación, moralidad, los principios éticos son cosas de viejos, obsoletas y mandadas a guardar.

En mis tiempos a nadie se expulsaba o se le excluía de la escuela por nada, aun sus propias faltas. No había opciones. Había que tratar de enderezar el palo que se torcía, y se buscaba limitar las burlas y los abusos en la escuela, porque como digo, en aquellos tiempos la escuela era “Madre y Maestra”. Los maestros tenían todo el apoyo de los padres y eran MAESTROS, no caricaturas. En la escuela todos convivimos, desde el primer curso hasta el octavo, todos juntos aunque no revueltos. Igual que de mayores en toda ciudad, tenemos vecinos y “vecinos”.

Ahora luce que las escuelas privadas son negocios de conveniencia y alta rentabilidad. Ante el fracaso estrepitoso de la escuela pública, estos negocios de alta demanda, cobran carísimo, viven pidiendo para un nuevo edificio que se construye con las aportaciones extras de los padres y quedan como propiedad personal de los dueños de los colegios, para laboratorios, actividades, etc., para todo. Educan mal si pensamos que el ejemplo que dan es el que tenemos en estos días en la prensa, donde se sacan los hijos inocentes de las pulgas pero se dejan los hijos inocentes de las garrapatas. Un niño no es culpable nunca de los actos de sus padres. Es un error castigar en ellos esas culpas y menos aun si se es injustamente selectivo.

Dónde buscar culpables…… primeramente en nosotros los padres, y luego en la sociedad que nosotros mismos hemos creado.

Fin