domingo, mayo 29, 2005

40 AÑOS

40 AÑOS

Por: Luis H. Arthur http://www.luis.arthur.net/ Domingo 29 Mayo 2005

“Venid los Moradores, del campo a la ciudad, entonemos un himno de intenso amor filial…”

Mediaba el mes de Agosto del 1963. Una llamada a las 12 meridiano al 9-4041 del Departamento Eléctrico de la CDE donde en ese momento trabajaba, me hizo devolverme en mi camino a ir a comer a la pensión donde vivía. Era de la Corporación de Fomento Industrial. Preguntaron por mí y al identificarme escuche la exclamación de “por fin le encuentro”, “le hemos mandado varios telegramas pues Ud. ha sido becado para estudiar en Monterrey, México y sale en 10 días”. “Debe presentarse inmediatamente para que traiga los documentos requeridos, conseguirle su pasaporte especial y las visas necesarias”. “¡Ya Ud. está tarde……!”

Me excusé como pude por haberme mudado de la dirección anterior que di el 3 de Enero cuando hice mi solicitud, y con la grata sorpresa recibida olvidé la comida y me fui directo al edificio del Banco Agrícola en el Malecón donde funcionaba la Corporación de Fomento.

Avisé a mis padres en Puerto Plata y posteriormente me fui a despedir, presenté renuncia y me excuse de no poder dar los 15 días de pre-aviso que es norma legal, y el 1 de Septiembre salía hacia Monterrey junto a un buen número de otros becados. Tras pernoctar en Miami del 1 al 2 y en Ciudad México del 2 al 3, el día 4 antes del mediodía hacíamos arribo a esa ciudad que nunca antes había ni oído mencionar y que iba a ser mi morada por los próximos 4 años. Las clases habían empezado el día primero, así que fue dejar maletas en el dormitorio de Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, mejor conocido por sus siglas TEC, e irnos a inscribir, escoger carrera y recibir la lista de libros, y demás materiales necesarios y los reglamentos por escrito.

El cambio fue brusco. Costumbres diferentes, distintas comidas a veces picantes, clima inhóspito de 42 grados centígrado, humedad relativa baja en verano y frío y lluvia ligera y constante en el invierno. Todo diferente a nuestra islita. Y lo peor, era que ahí no se andaban con juegos. Se iba a estudiar y al terminar el día se llegaba abarrotado de tareas, que inmancablemente había que entregar en la fecha establecida. Exámenes cada 4 semanas de rigor fuera de los de sorpresa cada vez que el profesor se antojara. Había que estudiar a diario y mucho, para estar preparados para cualquier eventualidad. Quien “tronaba” (quemaba) una materia podía repetirla el semestre próximo, si la volvía a quemar era expulsado automáticamente.

Para mi, que a los 11 día de llegar cumplía 25 años de edad, y había pasado por la disciplina del Instituto Politécnico Loyola de San Cristóbal por 4 años, y luego de graduado había trabajando 5 años, tres aquí y dos en New York, fue menos traumático que para algunos que apenas tenían apenas 17 o 18 años y la leche aun en la boca y nunca habían vivido solos.

Cuando uno camina por terreno desconocido no sabe ni sospecha lo que hay detrás de la próxima curva. A cada paso el destino le abre nuevas oportunidades que uno ni se podía imaginar.

Monterrey para mi ha sido una bendición. La mejor de mi vida. No sólo me proveyó de una carrera que me ha permitido vivir honestamente y sin demasiadas aprensiones económicas, sino que hizo algo mejor todavía, me dio una maravillosa esposa con la que procreé 4 hijos. Dos varones y dos hembras. Hijos buenos y muy queridos. El 16 de Mayo pasado acabamos de cumplir 40 años de feliz matrimonio civil y el 14 de Junio será el aniversario del matrimonio por la iglesia.

Nuestros planes eran casarnos el 9 de Mayo, al año de conocernos, pero debido a la tardanza del permiso requerido del gobierno Mexicano para que un extranjero(a) pueda casarse con un(a) nacional, con plazos perentorios de 30 días, burocráticamente recibidos 4 días antes de su vencimiento y el permiso eclesiástico de República Dominicana para el matrimonio por la iglesia que también fue tardadito, no pudo ser realizado hasta la segunda fecha. La revolución y posterior invasión americana acababa de empezar y los cheques de las becas dejaron de fluir por varios meses. Esa primera crisis externa a nosotros fue nuestro regalo de bodas.

Tanto yo como mi esposa Adela, podemos decir que ese tiempo de unión que muchos se encontrarán muy largo y pensarán que debe ser muy aburrido, nos ha pasado sin darnos casi cuenta y con la añoranza de lo rápido que se están yendo. Con mucho amor, comprensión, respeto mutuo y dedicación exclusiva en todos los aspectos del uno para el otro, el tiempo se hace corto, todos los problemas se resuelven y la felicidad, que no consiste en tener sino en compartir lo que se tenga, se ha hecho plena.

Para colmo de felicidad, además del amor mutuo que el cielo nos ha regalado, nuestros hijos nos han bendecido con 5 nietas y un nieto.

Aunque ya no nos ablandamos al primer hervor, tenemos buena salud y mejor ánimo, y le damos gracias a Dios por habernos conocido, podido compartir toda una vida y estar aun enamorados.

Mi solicitud de beca era para Alemania, país al que admiraba por su tecnología y tenacidad. Dios torció mi camino y en algo me contrarió, pero El sabía donde estaba mi felicidad y donde quedarían mis cenizas.

Siempre recuerdo que en mi pueblo, Puerto Plata, el padre de mi vecino tenía unos libros de poesía que nosotros, adolescentes, solíamos leer y memorizar, y en la playa, al rumor de las olas y los encajes blancos, mi amigo ya fenecido y yo hacíamos coro “recitando” una que nunca he olvidado sus primeros versos, del poeta mexicano Manuel Gutiérrez Nájera. Decían así:

Para amar una vez, una siquiera;
Yo busco, pecador arrepentido;
A la inocente virgen que me espera
Como cansada tórtola en su nido.

No sabe cuándo llamaré a su puerta;
Antes de conocerme, ya me amaba;
Iré muy quedo, le diré: “¡Despierta!”
Y ella contestará: “!Ya te esperaba!”.
………….

Hoy día de la Madres, quiero agradecerle a mi esposa Adela Anunciación, la inocente virgen que me esperaba, los 41 años de conocerla y los 40 años de vida matrimonial.

Fin