miércoles, diciembre 01, 2010

DEJAR EL PODER II

Sin Temor… Ni Favor…

Dejar el poder II


Luis H. Arthur S.

Todo concluía cuando el dedo del Monarca señalaba. Entonces el PRI, como si fuera autónomo, anunciaba a todo el país a quien sus organismos “habían escogido” y todos se apresuraban a alinearse.
El Presidente, que antes del anuncio estaba en la máxima cúspide del poder, en ese instante comenzaba una vertiginosa caída hacia el fondo, el anonimato y el ostracismo, pues ya él nada tenía para ofrecer. ¡Había muerto el Rey! ¡Viva el Rey! Le esperaban unos largos y amargos meses de poder menguado y solitario. Los funcionarios y políticos, que habían estado buscando desesperadamente alguna pista para acercarse al “bueno”, a falta de seguridad buscaban la amistad y simpatía de entre los que creían estaría “el elegido”, quien ahora, luego del anuncio, como cohete a orbita estelar, se convertía en el personaje más importante del país, y le caía la “caballada” de acólitos a felicitarlo, a apoyarlo, a ofertarle cooperación y deseos de trabajar en su campaña. El servilismo se desbordaba, no había tiempo que perder, había que desempolvar y recordar viejas amistades, a felicitarle y hacerle creer al nuevo ser divino, que ellos siempre sabían que él había nacido para cosas grandes. Buscaban desesperadamente hacer amarres para colarse en el poder por 6 años más. Mientras, el Presidente seguía quedándose sólo, abandonado, triste y deprimido. Ya pocos lo visitaban y le celebraban hasta sus chistes malos, y cualquier palabra que dijera no eran propaladas como sabias y enjundiosas. Ya él no era el centro alrededor de quien todo giraba, ya no lo divinificaban los adulones, los anolistos de siempre, esos que se hacen llamar políticos, que mil veces le juraron lealtad y obediencia eterna. En política todo es falsedad.
Ya no controlaba la vorágine que se había desatado, lo hacía el candidato y su poder creciente que surgía a expensas del suyo. Se había olvidado en su inmensa vanidad que ese mismo fue el rito de cuando el ascendió y que otro presidente saliente sufrió sus desmanes, y veleidades, como la otra cara de la medalla, como castigo divino a tanto poder.
La única alternativa que tenía el monarca en decadencia, si entraba en crisis mayor y creía que se había equivocado al escoger, pues en el baile de máscaras que es la política y la vida, nadie conoce a nadie totalmente, hay demasiados intereses, mentiras y sumisiones, la única solución a mano era la que se dice tomó Carlos Salinas con su escogido Colosio, cuando ya no lo podía controlar y sus discursos se hicieron mortificantes y lucía que cuando estuviera en el poder, las cosas cambiarían y no iba a protegerlo a él, su familia y sus colaboradores más íntimos.
Sto. Domingo, R.D.* luis@arthur.net * www.luis.arthur.net * www.luisharthur.blogspot.com *1/XII/2010