domingo, junio 06, 2010

LA BALANZA DEL REY

Sin Temor… Ni Favor…

La Balanza del Rey


Luis H. Arthur S.

Estando en Frankfurt, Alemania, fuimos a visitar una pequeña ciudad medieval cercana, una de esa joyas que tienen tantos contrastes con nuestras viejas o nuevas villas. Esta se caracterizaba porque había una tienda navideña abierta los 365 días del año. Al entrar uno creía que era época navideña. El colorido, la música, el gran árbol decorado y San Nicolas con su risa, las golosinas y todos los anaqueles, pisos, mesas, repletos de posibles adornos.
En una esquina de la minúscula Villa, subiendo por la estrecha calle principal empedrada, a la izquierda, hay una casa de dos pisos con techo en dos aguas muy pronunciado, pintada de blanco como todas y con madera en forma de X en todas las paredes, haciendo esquina en diagonal con otra callecita que bajaba. En su entrada en la misma esquina en forma de bisel, pero en el exterior, en una especie de atrio triangular, había una balanza romana, una especie de barra colgada por su centro con platillos en ambos extremos y en equilibrio, y un letrero que nos indicaba que esa era la balanza pública del Rey, donde todo consumidor podía verificar el peso de la mercancía comprada con el encargado. En los sótanos nos dijeron que había especie de cárcel y un cuarto de escarmiento (tortura) donde el comerciante ladrón era llevado y la pasaba mal, dicen que muy mal.
Aun sigo pensando en esa balanza y la institución que él Rey creó para obligar un comercio justo y castigar a los que se querían aprovechar del consumidor. Lógicamente entiendo que el encargado, con fe pública, no era comprable ni sobornable, y tenía soldados que traían al ladrón que debía explicar, y a quien sin juicio ni mayores procedimientos era escarmentado convincentemente, sin leguleyos que pudiesen distorsionar la orden del rey, que era ley, ni alegar violación a los derechos humanos de quien no respetaba los derechos de los consumidores. Era la versión efectiva de nuestro Pro-Consumidor.
Como vemos, el ser humano parece que siempre ha tratado de sacar ventajas ilegales de quien se deje. No sé si será un gen que todos tenemos y al que algunos le dan rienda suelta, pero en la época en que vivimos el que no corre vuela, quizás con algunas honorables excepciones. Aun con aquellos escarmientos no pudieron eliminar la práctica que hoy florece en todo su esplendor desde arriba hasta abajo.
El consumidor, esa masa amorfa y de diversa instrucción y capacidad económica, es motivo de robo, de constante engaño por los grandes y pequeños empresarios y comerciantes, y ellos mismos a su vez también engañan y roban, como si el comercio fuera robarnos unos a otros. Baste bajar el vidrio del vehículo en una esquina cualquiera de nuestra ciudad, y los vendedores, personas humildes y hasta desarrapadas, esos que a su vez son robados, nos ofertan su mercancia, generalmente a más del doble de su precio normal, y basta que Ud. suba de nuevo el vidrio, para que lo asedien con rebajas increíbles.
El Estado ha creado organismos para que sean como aquel señor medieval de la balanza pública, que debía hacer un trabajo correcto pues en ello iba posiblemente su vida, pero la percepción, la experiencia, es que no lo hace, pues un estado corrupto no puede dar buenos frutos, y cuando de repente, por generación espontánea surge una persona cabal, quizás de otra galaxia, que cuando trata de cortar una hilacha de la gran madeja de la corrupción, todos le caen arriba y si no logran comprarla, tratan de neutralizarla políticamente o que la quiten del medio, para que no estorbe el libre ejercicio del comercio moderno sin control de esta democracia.
Sto. Domingo, R.D.* luis@arthur.net * www.luis.arthur.net * www.luisharthur.blogspot.com *7/VI/2010