lunes, julio 26, 2010

CULPABLE YO (I)

Sin Temor… Ni Favor…

Culpable yo (I)


Luis H. Arthur S.

Es posible que de repente nos percatemos del desorden social y urbano en que hemos caído, y nos preguntemos cuando sucedió esto, y recapacitando en nuestra vida hasta este momento veamos una marcada diferencia, sin alcanzar a explicarnos en qué momento empezó, cómo no nos dimos cuenta, quienes fueron los culpables y hasta que podemos hacer para corregir ese feo derrotero al que nos arrastramos.
Alarmados, se vuelve nuestro tema de conversación familiar y hasta de grupo de amigos, donde unos comparten nuestra apreciación y otros no.
En general sentenciamos que la culpa es del gobierno y de algunos desaprensivos, donde nosotros ni los nuestros estamos comprometidos. Somos las víctimas inocentes al igual que todos. No nos creemos culpables.
La verdad es que quizás estábamos en la luna, demasiado ocupados en nuestros asuntos personales y nuestro deseo de progresar, pero la realidad es que esa degradación comenzó hace muchos años, demasiados.
Quizás empezó cuando en nuestro deseo de avanzar, de llegar antes, de tener alguna pequeña ventaja, empezamos a pasarnos de la raya en todos los órdenes, a brincar uno que otro límite, a sabiendas, pero eran sólo pequeños deslices sin importancia ni trascendencia, que carecían de mérito, pero en realidad iban erosionando nuestras normas legales, éticas y morales.
Quizás pensemos que nadie nos atajó a tiempo y si algún viejo o despistado lo hizo, entre amigos nos burlamos de esa persona, esa madre, ese viejo obsoleto y retrógrado. La autoridad, formada por políticos y gente de pueblo con escasa formación, quizás menos que la nuestra, estaba en los mismos predicamentos y a veces hasta temerosos de nuestro empuje, agresividad y relaciones.
Las sanciones fueron desapareciendo y llegó el momento en que nada es nada, en que todo está permitido, y que si hay sanciones, que caigan sobre los más débiles del entramado social, los que menos posibilidades tienen, y la policía y demás organismos de control se cebaron principalmente sobre las astillas de su mismo palo. Su ambición era cual la nuestra, mayor que sus pruritos.
Ahora, alarmados, los que debíamos ser la reserva moral de este pueblo vemos como todo el tejido social se ha podrido, y no sentíamos el olor por mostros oler igual. Descubrimos que quedan poquitísimos tejidos sanos, que lucen no formar órganos capaces ya de controlar la gangrena, y como si viniéramos de Marte o del espacio exterior, decimos no entender…
Sto. Domingo, R.D.* luis@arthur.net * www.luis.arthur.net * www.luisharthur.blogspot.com *26/VII/2010