miércoles, diciembre 05, 2007

ORDEN Y FELICIDAD

ORDEN Y FELICIDAD

Por: Luis H. Arthur S. www.luis.arthur.net www.luisharthur.blogspot.com 4 Diciembre 2007

A veces creemos que la felicidad es vivir sin ley. Pensamos que las aves que vuelan en el cielo son libres, van donde quieren y que son felices y añoramos hasta ser gaviotas y cubrir mares.

No existe nada en el universo exento de orden. Aun el desorden tiene un orden.

Cuando viajamos a otros países, buscamos precisamente a los que ordenadamente tiene algo que mostrarnos, pues a los que son un caos, un laberinto, sitios donde no tienes garantía de tu vida, donde hay enfermedades endémicas y epidémicas, ni te arriesgas a ir y si por mala suerte caes en uno de ellos, tienes una historia de horror de por vida.

Es deprimente cuando escuchas a extranjeros que dicen que aman a este país porque aquí no hay reglas, todo se puede, desde orinar en las calles, hasta arreglar una detención o un juicio por lo que sea. Andar en vehículos, en motores, sin ley que te controle. Tirar la basura donde quieras. Beber en las calles, en las calzadas, en vehículos, sin temor a represión, y tantas cosas más. Oír cosas como estas es algo penoso, pero no puedo desmentirlos. Somos un país de papeles. Con una Constitución y muchas leyes, que pocas se cumplen y a todas se “les busca la vuelta”. Sólo hay que tener el dinero o el “enllave” necesario. Sólo el pobre y desvalido va a la cárcel.

La política en vez de irnos mejorando nos ha venido dañando más. Tantos abjuran sus creencias y buscan el rápido enriquecimiento en esos predios, donde son comparsa y se saben inmunes. Tengo hasta amigos que viviendo en castillos de ensueño piensan en dar el salto a donde la honestidad, la ética y la moral brillan por su ausencia.

Donde el que sube nunca se satisface, nunca está conforme, las cifras han perdido el significado de magnitud y sólo quieren seguir mandando, seguir encaramados y mantener el status con las mismas promesas vacuas. Conocen al dedillo aquello de que el ofrecer no empobrece.

Pudiésemos ser un terruño feliz, de vez en cuando azotado por la madre naturaleza. Armonioso, sin que parte de nuestro cuerpo social sufra gangrena azul galopante.

De alguna manera nuestro destino es otro y tendremos que cargar con tanta infelicidad y miseria humana y material y con los falsos profetas como el León capicúa. Pronto se nos sumará una crisis energética muy aguda.

luis@arthur.net