jueves, julio 12, 2007

MINENGO I

MINENGO I

Por: Luis H. Arthur S. www.luis.arthur.net www.luisharthur.blogspot.com 11 Julio 2007

En el folclore de los pueblos surgen los personajes simples que recordamos, por alguna característica sobresaliente.

Minengo era una persona de tez oscura, “indio”, bajetón quizás por el peso de los años y el maltrato de la vida sobre sus hombros cansados.

La Licorería de Brugal tenía en su frente a la calle Beller varias puertas metálicas de dos hojas, altas y pesadas. A la última de las 5 que se abrían le ponían una mampara de listones de madera para que el aire circulara y comunicaba con los pasillos de ajetreo y por ahí se entraban los tanques metálicos de 55 galones de alcohol de caña llegados de San Pedro de Macorís diariamente para hacer el ron.

Nino Briceño, era como el asistente del licorista. Con ayuda, trasvasaba el alcohol llegado a grandes toneles, le añadía el agua necesaria al grado alcohólico buscado, para lo cual había que atravesar una tabla en lo alto, subirse por una escalera, pararse en medio y con un bichero (una especie de remo largo), batir la mezcla hasta lograr uniformidad. Entonces le añadían unas botellas con los “químicos” que sólo el Licorista manejaba en secreto, y que lograba formular el tipo de ron deseado. Luego de nueva batida y reposo, se trasvasaba a pequeñas barricas de roble y cedro para almacenarlo bajo control de Rentas Internas por varios años para su maduración y envejecimiento.

Nino, persona alta, delgada, simpático y agradable, aun después de muchisimos años en esta labor, respirando los vapores del alcohol cuyo trabajo alternaba con otros, acabaran su labor muy contentos y efusivos.

A esa puerta llegaba Minengo todas las mañanas a eso de las 9, y Nino a su llamado venia con un jarrito de hojalata con ron, similar a los usados en licorería y también para medir leche, con capacidad quizás de media botella, y se lo pasaba por entre las rejas. Minengo lo libaba de una sola vez. Como si tomara agua. Era probablemente su desayuno. Devolvía el jarrito y agarraba calle arriba, lento y en paz hacia la calzada frontal de la Logia Restauración No.11, que en esa época terminaba en plena playa, pues aun no existía el malecón. Ahí se acostaba a dormía el “jumo” entre sudores, orines y una muy agradable brisa marina.

Al mediodía la familia Ginebra Henríquez que vivía frente a la Logia, le daba de comer

Volvía a dormir y a las tres…

luis@arthur.net