martes, julio 28, 2009

EL TIEMPO INNNEGOCIABLE

Sin Temor… Ni Favor…

El tiempo innegociable


Luis H. Arthur S.

Nos hemos acostumbrado a no darle mente al tiempo, y simplemente como el pez que no piensa en el agua que lo rodea, lo dejamos pasar, aunque de vez en cuando nos llegan los anhelos de que sus estragos no nos afecten ni acaben con nosotros. Las mujeres han descubierto ahora, que como carros pueden por fuera lucir como nuevas o mejores, si van donde un médico que las reconstruyan, las rellenen de ferrer, digo de Botox, le quiten aristas para hacerlas más aerodinámicas, de modo de poder lucir y quizás engañar la vista de algún incauto.
Desgraciadamente estas costosas operaciones, son peligrosas, pues muchas mueren en una cirugía de vanidad, y entonces los familiares acusan a los médicos de mala práctica, cuando lo verdad es que debería estar prohibido el arriesgar la vida con el propósito avieso de engañar y mostrarse como no fueron hechas, cuando falta atención a tantos pobres enfermos.
No me refiero a aquellas personas que nacieron con defectos o deformaciones, que tuvieron accidentes y requieren de una cirugía reconstructiva. Me refiero a las que lo hacen por pura vanidad, por no estar de acuerdo con la decadencia normal del envejecimiento.
El tiempo va dejando sus huellas, pues imprime a cada célula viva su misma cronología, y hace que todo, aun los minerales desparezcan. Nosotros, tras convertirnos en calaveras, vamos haciéndonos polvo y retornado a la madre tierra.
Una esqueleto humano denota que perteneció a un ser, pero fuera de un examen antropológico, nada nos dice del color de su piel, de su belleza, sus riquezas, ni de su bondad o maldad. El tiempo, ese tirano con el que nadie puede negociar, es una de las manifestaciones de Dios más ostensible.
No podemos verlo, no sabemos de dónde viene ni a donde va. No podemos engañarlo pues se mueve en una sola dirección, donde todas las direcciones son las mismas, gobierna nuestra vida, la de todos y todas las cosas, está omnipresente en todo el universo y gobierna sin apelación nuestra vida.
Nadie le reza al tiempo, nos conformamos sólo con medirlo, y saber que nuestro lapso es finito e insignificante. Para algunos más, para otros menos, pero nadie se pasa de su raya. Cuando el tiempo llega nos toca despedirnos.
Vivimos esclavizados del tiempo, y a veces pensamos que algunas malas personas, deberían de vivir menos, para hacer menos infelices a otros, robar y hacer menos daño.
Pero el tiempo no dialoga más que en sus términos.
S. Domingo, R. D. * luis@arthur.net * http://www.luis.arthur.net/ * http://www.luisharthur.blogspot.com/ * 27\VII\2009