viernes, noviembre 09, 2007

CUENTO

CUENTO

Por: Luis H. Arthur S. www.luis.arthur.net www.luisharthur.blogspot.com 8 Noviembre 2007

Había una vez un pequeño lugar, chiquito y manuable, bello y hermoso, donde el sol irradiaba en un cielo limpio, de temperatura estable, con muchos ríos y playas hermosas, mar azul, verdor exuberante, y atardeceres increíbles. Parecía un paraíso.

Sus habitantes eran felices, aun en tiempos difíciles por actos de la naturaleza y de otros hombres que creían que su felicidad consistía en tener gran poder y fortuna y avasallar, manteniéndoles simples e ignorantes.

Estos personajes no vacilaban en hacer acuerdos secretos con vecinos poderosos y también actuaban por iniciativa propia creyendo que sus actos los harían más felices y entre acciones y zarpazos, se quedaban con buena parte de todo lo valioso.

Como al principio no tenían nada, iban tomando lo de todos y así ese lugar se fue quedando en la miseria y cada vez menos feliz. Junto a hombres de otros lugares mandados a robar riqueza, no les importaba el daño que causaban sus acciones. La infelicidad fue cundiendo.

Llegó un día, en que por incapacidad de los hombres malos que mandaban e incentivados por los representantes económicos de los poderosos vecinos, decidieron deshacerse de la gran fabrica de velas, con que se iluminaban. Un grupo de lugareños independientes hicieron un trabajo gratis y la valoraron en M27,000 millones de muecas, al valor que la mueca tenía en ese instante. Ajustaron ese valor por depreciación, riesgo país y otros factores, y acabaron en M14,000 millones de muecas. Orondos le obsequiaron su trabajo a los malos que gobernaban y estos, con su plan ya urdido lo mandaron a colgar del clavito del baño y sabichosamente enajenaron la mitad por M1,500 millones y callado se dice que por acciones millonarias a un grupito en un país allende el mar.

Desde entonces y contrario a lo que lo malos prometieron, las velas escasearon y se pusieron carísimas y la gente no podía comprarlas y empezaron a robarlas masivamente, y los malos dictaron leyes para encarcelarlos entre barrotes y en la oscuridad.

El lugar ya no es de sus habitantes, está casi depredado, sus ríos desaparecen y como la costumbre es ley, hasta el agua que quedaba para la fabricación de las velas y su medios de distribución, quieren también enajenarlas en baratillo.

Colorín colorado, este cuento no ha acabado.

luis@arthur.net